No sé si han visto la película de 1998 protagonizada por Jim Carrey. Si no, aviso a navegantes que aquí va un pequeño destripe (por si quieren dejar de leer en este punto). Básicamente el protagonista del film vive en un ‘decorado cinematográfico’ sin saberlo y su vida en realidad es un reality show televisado. Más o menos. Bueno, la cuestión es que en muchas ocasiones me veo casi forzada a explicar que Formentera no es eso. Lo siento, no somos un plató de televisión que baja la persiana en noviembre. La gente que no vive aquí suele hacer muchas preguntas, la más habitual de ellas es:«Pero, ¿qué hacéis en invierno?». Yo siempre digo lo mismo: «Pues recogemos la arena, apagamos las olas, bajamos el interruptor de los focos e hibernamos hasta abril». Obviamente, nótese en esta respuesta la ironía que me caracteriza.
A ver, sé que a veces, tal vez demasiadas veces, haciendo alusión a una frase del expresidente Rajoy, «¿realmente pensamos antes de hablar o hablamos tras pensar?» Obviamente, Formentera no es un decorado de la Warner Bros aunque por su belleza, pueda parecerlo.
Durante la temporada no turística o de menor afluencia turística, seguimos viviendo aquí bastantes personas y de hecho, necesitamos servicios, atención médica, escuelas, supermercados y un largo etcétera.
Es cierto que a veces se queda un poco corto lo que da de sí la isla porque un gran porcentaje de los negocios cierran y resulta complejo algo tan sencillo como salir a cenar un día con amigos. Lo entiendo, posiblemente a los empresarios no les salga a cuenta mantener abierto el negocio con todos los costes que supone para no llegar ni a cubrir mínimos.
Pero también tenemos niños aquí. No, no son de atrezzo, y necesitan y deben ir al colegio, a actividades extraescolares, hacer deporte…
Aunque parezcamos a veces seres extraterrenales (por lo de vivir en un paraíso) tenemos gustos y problemáticas muy de esta tierra: nos ponemos enfermos y necesitamos ir al hospital (bendito hospital, por cierto, lo que costó que lo tuviéramos); tenemos la costumbre animal de supervivencia y, por lo tanto, a ser posible, nos gusta comer, para lo cual, aunque sería maravilloso e idílico ser autosuficientes y proveernos de nuestros propios alimentos, pues no he visto yo plantaciones de chía por aquí ni me imagino a mí misma desplumando una gallina, así que, por suerte, contamos con supermercados, otro melón (y no por la fruta) que puedo abrir otro día si me apetece.
Usamos también las cafeterías, los bancos (tenemos dinero, no tanto como algunos piensan porque la asociación ‘vivir en Formentera y ser rico es habitual… ¡Qué atrevida es la ignorancia a veces!). En cualquier caso, intentamos no guardarlo debajo del colchón sino que siga el cauce legal; las farmacias, las droguerías, las librerías también nos prestan su servicio durante la época invernal.
Obviamente hay cosas que cierran por temporada y debemos desplazarnos a la isla vecina a hacerlas o, incluso, hay menos oferta de ellas y tenemos que recurrir a una opción que pese a no ser mi favorita comprendo que se tenga que usar en cierto modo: la compra online.
Es cierto que seguimos siendo una burbuja en mitad del océano, pero para poder ofrecer servicios, calidad y bienestar a nuestro principal motor económico (léase, el turismo) necesitamos tener servicios, calidad y bienestar durante todo el año. A veces las islas más grandes, por no hablar ya de la Madre Patria, se olvidan de eso, pero, sí, por lo que sea, llamadnos tiquismiquis o guerrilleros, nos gusta vivir con nuestras necesidades básicas cubiertas. Lo dejo por escrito, no sea cosa, que un día de estos a alguien le parezca una gran idea: «Cerrar la isla por vacaciones» y convertirla de verdad en un plató desierto de noviembre a abril.
Sin comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Periódico de Ibiza y Formentera
De momento no hay comentarios.