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Tras saber que José Luis Ábalos contrató en un portal de prostitución a su supuesta compañera sentimental mientras fue ministro, que la contrató en dos empresas públicas, y que además viajaba gratis total y vivía en un piso financiado por la trama corrupta de los hidrocarburos, lo normal hubiese sido que las redes sociales se llenasen de comentarios críticos y contundentes de todos aquellos que se erigen con tanta vehemencia como los grandes defensores de la dignidad de las mujeres y que rechazan de plano el oficio más viejo del mundo. Pero no ha sido así.

Que el Gobierno de Sánchez tuviese a sueldo a una prostituta de lujo, que además ni siquiera pisaba su puesto de trabajo, debe ser un asunto menor para todos aquellos que se escandalizan por algún comentario inofensivo a sus militantes femeninas. Recuerdo la que se armó en Ibiza hace unos años cuando a mi compañero y amigo Joan Miguel Perpinyà se le ocurrió llamar «bonita» a una dirigente socialista. Solo faltó lincharlo en una plaza pública.

Es decepcionante ese silencio cómplice, ese doble rasero, esa manera tan particular de utilizar las redes sociales para ocultar las miserias partidistas y, por el contrario, atacar a los contrincantes políticos por temas de mucho menor trascendencia y relevancia. Porque no me negarán que entre el posible fraude fiscal del novio de Ayuso, sin ninguna vinculación con la administración, y el pago a una prostituta para que acompañase a los    viajes oficiales a un ministro del Gobierno de Sánchez hay muchísima diferencia.

Recuerden que Ábalos fue el encargado de defender la moción de censura contra Rajoy para iniciar una nueva etapa política en España. El exministro, cuya imagen se utiliza hoy como reclamo en algún portal de prostitución de lujo, fue el diputado socialista que defendió la honradez, la transparencia, y el que abrió el camino para que Sánchez fuese presidente del Gobierno. Si quieren sentir vergüenza ajena, echen un vistazo en youtube a aquel debate protagonizado por Ábalos criticando la corrupción del Gobierno de Rajoy.

Pero lo sorprendente es que los movimientos feministas no hayan organizado algún akelarre contra un Gobierno que ha destinado dinero público a financiar la prostitución. Motivos para salir a la calle tienen más que suficientes, pero no lo harán. Y también es muy llamativo que Sumar, formación política que ha abanderado los derechos de las mujeres, no se haya pronunciado todavía sobre el escándalo de la chica de alterne a sueldo en Ministerio de Fomento. Tampoco Podemos se ha escandalizado todavía sobre el caso de Abalos, pero poco se puede esperar de la formación morada después de haber tapado las andanzas sexuales de Juan Carlos Monedero.

Me indigna ese doble rasero, los silencios para unos y las exageraciones contra otros. Entiendo que hay cuestiones donde los silencios se pueden aceptar por fidelidad partidista, pero creía que en temas relacionados con la dignidad de la mujer había planteamientos muy claros y contundentes, que se actuaría de manera inflexible contra todos aquellos comportamientos machistas y denigrante.

Y de momento en la izquierda ibicenca llevan publicados más tuits sobre el comentario de «bonita» de mi amigo Perpi que contra el uso de dinero público para pagarle una prostituta de lujo a un ministro de Sánchez. Ni siquiera tuvieron el decoro de pagarse las putas con su propio dinero, pero eso parece    no importar a nadie.