El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska (i), recibe al ministro del Interior de Argelia, Brahim Merad (d), en la sede del Ministerio. | A. Pérez Meca - Europa Press

TW
0

El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, se reunió ayer en Madrid con su homólogo argelino, Brahim Merad, que se hizo el sueco. Aunque ambos abordaron temas como el aumento de la presión migratoria en el Mediterráneo y la lucha contra el terrorismo y el crimen organizado, nada se concretó de la devolución de inmigrantes irregulares que llegan a Baleares desde Argelia. Hay que celebrar este intento de normalización de las relaciones bilaterales tras años de tensiones, porque mejor es esto que nada, que es lo que ha venido sucediendo desde que en 2022 el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, modificó la posición española sobre el Sáhara Occidental, alineándose vergonzosamente con Marruecos, lo que indignó a Argelia, donde se refugian los pobres saharauis. Pero quizás no importaba que Marlaska agradeciera a Argelia su colaboración en materia de inmigración irregular. Su colaboración es entre cero y ninguna, porque no admiten la devolución de ni uno sólo de los casi 6.000 migrantes que llegaron a Baleares en 2024, buena parte de ellos a Formentera e Ibiza. Los que llegan aquí, en pocas horas quedan libres y pueden ir donde les plazca. Hace poco que el Parlament aprobó instar al Gobierno central a restablecer las relaciones con Argelia y otros países para facilitar la repatriación rápida de inmigrantes irregulares, además de reforzar con medios materiales y humanos las plantillas de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, para impedir la entrada de migrantes ilegales y proceder a su expulsión inmediata. Un recado a la madre superiora. Pero al menos los ministros del Interior se reúnen y hablan. Me imagino la charla: «De admitir a los ilegales llegados aquí, ya si eso lo hablamos otro día, que hoy se me hace tarde. Esperaos un poco, que peor están los saharauis en Tinduf. ¿Por ellos no preguntas, Fernando…?»