Una persona rezando. | Pexels

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En la encíclica «Dilexit nos» del Papa Francisco leemos que necesitamos volver a la Palabra de Dios para reconocer que la mejor respuesta al amor del Corazón de Jesús es el amor a los hermanos. La Palabra de Dios lo dice con toda claridad: El Papa León XIII escribe que, mediante la imagen del Sagrado Corazón, la caridad de Cristo nos incita a devolverle amor por amor. Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con el más pequeño de mis hermanos, lo hicisteis conmigo (Mt.25,40). Toda la Ley está resumida plenamente en este precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Ga.5,14). Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la Vida, porque amamos a nuestros hermanos.

El que no ama permanece en la muerte (1 Jn. 3,14). El amor a los hermanos no se fabrica, no es el resultado de nuestro esfuerzo natural, sino que requiere una transformación de nuestro corazón egoísta. Vivamos aquella célebre súplica: «Jesús, haz nuestro corazón semejante al tuyo». Jesús se identifica con los más pequeños de la sociedad (Mt.5,31-46). El Señor aporta la gran novedad del reconocimiento de la dignidad de toda persona, y también, y, sobre todo, de aquellas personas que eran calificados de «indignas». Este nuevo principio de la historia humana, por el que el ser humano es más digno de respeto y amor cuanto más débil, miserable y sufriente, hasta el punto de perder la propia «figura humana «ha cambiado la faz del mundo, dando lugar a instituciones que se ocupan de personas en condiciones inhumanas: los no natos abandonados, los huérfanos, los ancianos en soledad, los enfermos mentales, personas con enfermedades incurables o graves y malformaciones, también aquellos que viven en la calle. El Corazón de Jesús me ha amado primero. El nos amó a todos desde siempre. Nosotros a la vez hemos de amarlo con verdadera gratitud. Hemos conocido el amor: en el que Él entregó su vida por nosotros. Por eso, también nosotros debemos dar la vida por nuestros hermano. Está unión entre la devoción al Corazón de Jesús y el compromiso con los hermanos atraviesa la historia de la espiritualidad cristiana. «En Ti, Señor confié y no me veré defraudado para siempre».

El amor del Corazón de Jesús para con los jóvenes, es el amor que se hace patente en su pasión; por tanto, los cristianos hemos de practicar la fraternidad para con todos los hermanos. Nuestro corazón, como el de la Iglesia, ha de abrazar a todas las personas. En el seno de la Iglesia tenemos la mediación de María, intercesora y madre.

Corazón de Jesús, en Vos confío.

Dulce Corazón de María, sed mi salvación. Durante este mes de noviembre el Pueblo cristiano.