El otro día hablaba por teléfono con unos amigos que viven en Madrid y en un momento dado, me dijeron: «Te dejamos que tenemos que sacar al niño al parque un rato». Lo dijeron de forma muy natural pero a mí personalmente me sonó tremendo. Déjenme explicarme antes de que vengan los reproches. En primer lugar, no tengo descendencia (todavía) y obviamente me siento con esa superioridad moral de juzgar a quienes sí la tienen. Pero bromas aparte, no me refería a esto en absoluto. Me sonó extraño lo de «sacar al niño al parque» y me hizo pensar en la diferencia de crianza que para bien o para mal, en mi caso considero que para bien, tenemos en Formentera.
Yo nací en la isla, hace ya algunos años y sé que las cosas han cambiado; pero yo tuve lo que tan de moda está ahora y se conoce como «crianza en tribu» que básicamente consistía en que podía andar a mis anchas con mis amigos por la calle, ir a la playa (a cierta edad no se vayan a pensar ustedes que mis padres eran unos inconscientes o vayan a llamar ahora a servicios sociales), pues bien, podíamos hacer eso porque toda la «comunidad» nos conocía. Si al carnicero le parecía que estábamos haciendo algo mal, pues nos reprendía el comportamiento, si teníamos hambre e íbamos a comprar un bocadillo al colmado podíamos recurrir a la frase de «apúntalo que ya lo pagará mi madre». Y es que todos sabían quiénes éramos y todos se sentían con la capacidad de «educarnos» y cuidar de nosotros. Así que obviamente, no, no me sacaban al parque, yo me «sacaba sola» pero porque vivíamos en una burbuja de confort y seguridad que a esa edad tal vez no valoras pero que ahora, visto desde fuera me parece un auténtico privilegio. Es cierto que las cosas han cambiado en la isla (casi treinta años después de estos episodios) pero veo a mis sobrinos, a los hijos de mis amigos cómo se crían, cómo crecen en la isla y lo cierto es que me da mucha paz. Siguen jugando en las plazas, los padres, muchos de ellos fueron antaño compañeros de colegio con lo cual, aunque la forma de crianza haya cambiado (no se me ocurriría reprender a un niño ahora por tirar un papel al suelo) sigue generándose ese clima de «ayuda comunitaria» y de seguridad, que al fin y al cabo, es lo que un menor debe tener y dar por sentado sin ni siquiera preguntarse si eso «es lo normal». Así que sí, lo de criarse y crecer en Formentera me sigue pareciendo un privilegio, salir y tener a dos pasos la naturaleza, saber que la gente sabe quienes son tus padres si te ocurre algo….eso dota de una seguridad maravillosa que en el futuro y para muchas cosas, nos viene muy bien. Obviamente ahora somos más habitantes pero quienes vienen se adaptan pronto a esta manera de vivir y sobre todo, durante el invierno, cuando quedamos poco más de 7.000 personas pululando a los niños no hace falta «sacarles» al parque; se les acompaña al mundo, que pareciendo lo mismo, es bastante diferente.
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