Zona donde sucedió la caída. | G. R.

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Hace un par de semanas conocí a María, una mujer que, literalmente, se había dejado la cara estampada en el bulevar Abel Matutes, en una zona en la que rara es la baldosa que está en buen estado. Hice un reportaje con ella y me llamó la atención cómo en los comentarios del mismo alguien recriminaba a la mujer haber caminado por donde, supuestamente, no se podía caminar. ¿Perdón? Justo donde ella se cayó he visto yo celebrar actividades de una asociación para personas con problemas graves de movilidad. Así que sí, María se cayó en una zona peatonal en la que el paso no está prohibido.

Este fin de semana he sido yo la que me he dejado la cara en la calle Diputado José Ribas, en la acera. O sea, una zona peatonal sí o sí. Me duele hasta el cielo del paladar y tengo la barbilla con un bonito y molesto hematoma. Tropecé con una baldosa de esas que parecen en buen estado pero que, según pones el pie, se levanta. La baldosa asesina está justo donde comienza el solar pegado al parking de es Pratet. Así que, en lugar de estamparme contra una pared inexistente, lo hice contra una valla que no está sujeta a nada y que lleva allí años. Solo me dio tiempo a levantar la cara para no comérmela.

Muchos me dicen que denuncie porque así me indemnizarán. No lo haré. Creo que es mucho más efectivo exigirle a Triguero y su equipo desde aquí que, en lugar de contar los pasos que dan a diario para mantenerse fit, inspeccionen las calles a fondo y reparen todas las baldosas en mal estado de la ciudad, que son demasiadas. Por cierto, si mal no recuerdo, hay un cargo de confianza que cobra más de 40.000 euros anuales por patearse la ciudad cada día para avisar de estas cositas. La línea verde humana, le llaman jocosamente. Ya tiene para dos avisos.