La divisa de Giacomo Casanova era Sequere Deum. Seguía siempre al dios que alimentaba su deseo. Debemos decir que eran deseos en su mayoría carnales, apetito de belleza, de sabor y saber, de conocer mundo, de mezclarse con la gente y encamarse tanto con panaderas como duquesas de cualquier edad, pues, al menos en materias amatorias, no era snob ni melindroso, sino un gran vividor que exprimió las horas de su vida como filósofo de la acción, epicúreo siempre alegre.
Ah, la alegría, esa es la mayor conquista. Es el don sagrado que permite superar naufragios vitales y surfear la cresta de la ola, cabalgar las leopardas de Dionisos que nos harán pedazos cuando ellas quieran o perdamos pie, en pleno éxtasis de energía, con el corazón devorado que siempre se regenera y convida a vivir eróticamente.
Tragos eróticos
09/02/25 4:00
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