El último Consejo de Ministros sirvió para ampliar un año más el decreto que regula la vulnerabilidad de aquellas personas que no pueden pagar el alquiler o una hipoteca por cuestiones económicas. Durante todo este 2025 estas personas o familias no podrán ser desahuciadas aunque no paguen ni una mensualidad de renta o hipoteca. Esta medida se aprobó tras la pandemia y se aplica desde hace dos años. El decreto prevé compensaciones para los propietarios perjudicados por estos impagos, pero cualquiera le presenta un pleito al Estado para cobrar una renta. No está claro tampoco el mecanismo para poder recuperar este dinero por parte de los propietarios.
Es realmente sorprendente que se apruebe esta ampliación del decreto de vulnerabilidad cuando el Gobierno afirma desde hace meses que la economía va como un tiro, que hay más empleo que nunca, y que la situación económica de España es la envidia de toda Europa. Como evidentemente no hay motivos económicos para mantener estos impagos (sí los podía haber tras la pandemia), la medida sólo se puede entender desde un punto de vista ideológico, partidista o electoralista. No hay otra explicación posible.
Estoy viviendo en primera persona el agravio que supone que durante un largo periodo un inquilino no pague una renta pactada por contrato. Mi inquilino hace exactamente 26 meses que no me paga y realmente la renta no es, ni mucho menos, excesiva. Un mes antes de que me dejase de pagar le bajé cien euros el alquiler y comenzó a abonar 550 euros, sin ningún tipo de gasto extra, ni comunidad, ni agua, ni recibo de contribución, y la luz corre por su cuenta. No me considero el prototipo de propietario avaricioso que busca ahogar económicamente a mi inquilino ni tampoco pretendo hacerme millonario con 550 euros al mes. De hecho, por esa cantidad ya se encuentran pocas habitaciones por alquilar en Balears, y no hablemos en Ibiza, donde en algunos casos se llegan a los 1.600 euros.
La propiedad en alquiler fue una herencia de hace unos 30 años. Una década después de heredarla realicé en la casa una reforma integral que pagué tras haber ampliado la hipoteca de mi vivienda habitual. Con los ingresos de la renta pensaba pagar la diferencia de la hipoteca entre lo que abonaba inicialmente y la nueva cantidad resultante de la ampliación. Desde hace 26 meses no dispongo de estos recursos y la hipoteca, evidentemente, la debo sufragar exclusivamente yo. Los gastos de contribución y residuos también, y la propiedad la incluyo en la Renta y, al no tener ingresos por alquileres, tengo que tributar por ella.
La situación es realmente de indefensión total porque, además, el contrato de alquiler también caducó hace dos años. El inquilino no responde a ninguna llamada, no abre la puerta, y tampoco contesta las comunicaciones judiciales. Tengo la esperanza de que en unos meses pueda recuperar la vivienda, pero tengo claro que no conseguiré nunca el dinero que no he cobrado. Mi principal preocupación ahora es saber cómo me encontraré la vivienda y el dinero que deberé destinar para ponerla al día.
Tras vivir esta experiencia mi intención en el futuro es cerrar la vivienda durante un largo tiempo, venderla o, en el mejor de los casos, alquilarla a una persona de máxima confianza. Ni se me ocurriría ponerla en ningún portal inmobiliario y tampoco convertirla en una residencia de alquiler turístico, aunque tengo claro que ganaría mucho más y ahora mismo no tendría a un ‘inquiokupa’ (o como le quieran) llamar en mi propiedad.
En conclusión, como verán ser propietario de una vivienda en alquiler no siempre es un chollo. En la actualidad, además, existe un clima político y social que favorece los impagos y las ‘okupaciones’. Del Gobierno no espero nada, ni una ayuda, ni una exención fiscal, ni una subvención para reformar la vivienda, pero al menos sí sería deseable que los gobernante tuviesen un punto de responsabilidad y evitasen discursos populistas que consiguen el efecto contrario del que se persigue. No soy un fondo buitre ni un gran tenedor. Simplemente alguien que busca un complemento económico de cara al futuro, pero con todo lo que está ocurriendo en los últimos años les aseguro que ser propietario es muy meritorio, de auténticos héroes. Quizás la solución sea vender y comprar una pequeña propiedad donde los precios sean más bajos y existan garantías para cobrar un simple alquiler. Pero tengo claro que ser un propietario en España no es ningún negocio. Más bien puede convertirse en una pesadilla.
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