La Federación Hotelera de Ibiza y Formentera: renovarse o morir

La Federación Empresarial Hotelera de Ibiza y Formentera (FEHIF) está sumida en una crisis que podría marcar su destino. Con el anuncio de la salida de Palladium Hotel Group, una de las cadenas más influyentes del sector, y las tensiones latentes con Vibra Hotels, el mensaje es claro: seguir como hasta ahora ya no es una opción. La presidencia de María Costa Roig, propietaria de un pequeño hostal de 20 habitaciones en ses Figueretes, simboliza un cambio. A peor, claro, porque genera dudas insoslayables sobre su capacidad para representar adecuadamente al sector en un momento tan delicado, cuando, entre otras cosas, hay que iniciar la negociación para renovar el convenio colectivo. Su falta de capacidad para cohesionar y mantener unida a la entidad, es ya indiscutible.

El problema de fondo no es solo un cambio en la presidencia de la patronal hotelera pitiusa, sino la incapacidad histórica de la FEHIF para adaptarse a los nuevos desafíos del sector turístico. Ibiza y Formentera, destinos icónicos a nivel mundial, exigen una representación hotelera que entienda las dinámicas modernas: sostenibilidad, digitalización, y colaboración entre grandes y pequeños actores del mercado. Sin embargo, la Federación parece anclada en un modelo que prioriza intereses particulares sobre una visión colectiva. Este inmovilismo, amparado bajo el pretexto de "nuestra idiosincrasia", está empujando a la Federación Hotelera hacia la irrelevancia.

La salida de Palladium no es solo un golpe simbólico, sino también práctico. La cadena aporta una parte significativa del peso económico y reputacional del sector hotelero de la isla. Su retirada efectiva, tal y como se anuncia, evidenciaría una desconexión entre los grandes actores y la patronal; y lanza un mensaje preocupante a otras empresas hoteleras: si la FEHIF no representa eficazmente sus intereses, ¿qué propósito tiene permanecer en ella?

La llegada de María Costa Roig al frente de la organización es la confirmación de los peores presagios. Su perfil como propietaria de un pequeño hostal, aunque digno y legítimo, genera interrogantes sobre su capacidad para integrar las diversas necesidades del sector, desde las grandes cadenas ibicencas y los alojamientos de lujo hasta los establecimientos más modestos. Este equilibrio, ya complejo de por sí, ahora está bajo la amenaza de fracturarse por completo.

Para evitar su desaparición –que siempre sería mejor y más económico que seguir en la irrelevancia y la parálisis, como hasta ahora–, la FEHIF debe redefinir su propósito y adoptar un enfoque inclusivo y estratégico. Y para ello no vale enrocarse en el dogma absurdo de que «siempre lo hemos hecho así»; y aún menos, en defender que «es nuestra idiosincrasia». Una patronal empresarial que se mueve según parámetros carpetovetónicos e inmovilistas, está irremediablemente destinada a extinguirse. Cuanto antes, mejor.

La crisis actual de la FEHIF es un espejo de un problema más amplio: la resistencia al cambio en sectores que, por tradición, tienden a la autocomplacencia. Pero en un entorno tan competitivo como el turismo balear y teniendo en cuenta que estamos hablando de la industria hotelera, a la que se supone dinamismo y ambición, la modernización no es opcional, sino vital. Si la Federación sigue ignorando las señales de alarma, arriesga no solo su relevancia, sino también la unidad de un sector que necesita desesperadamente un liderazgo fuerte y moderno.

Renovarse o morir no es solo un cliché, sino una realidad ineludible. El futuro de la FEHIF depende de su capacidad para entenderlo y actuar en consecuencia