Íñigo Errejón, abanderado de una izquierda que ondea la bandera feminista cuando le interesa, ha terminado mordido por un tiburón que sus propios ‘compañeres’ ayudaron a criar: el feminismo de conveniencia. Porque mientras su ‘líder de los derechos de todes’ acumulaba acusaciones por comportamientos machistas, el coro de ‘aliades’ se mantuvo en silencio, ese silencio estratégico que tanto domina. ¿La razón? Defender a un «indispensable» siempre se les da bien.
Ahora que el escándalo es inmanejable, en Sumar corren a desmarcarse y tapan vergüenzas como si fueran una sorpresa. Dicen que «desconocían» los rumores. Si el presunto culpable hubiera sido de derechas, las mismas voces ya estarían exigiendo una hoguera pública en la plaza de la «igualdad». Pero cuando el acusado es uno de los suyos, todo cambia: de pronto, hay que «respetar la presunción de inocencia», «esperar a la justicia». ¡Ay, cuánta elegancia en la hipocresía! ¡Qué poética manera de ignorar los principios cuando toca proteger a uno de los nuestros!
Por si fuera poco, Errejón tendrá el privilegio de beneficiarse de la famosa Ley del «Solo sí es sí». Esa misma ley que ya ha beneficiado a cientos de delincuentes sexuales, quienes han visto sus penas reducidas. Con un poco de suerte, si la justicia se le viene encima, nuestro progresista estrella podrá recortar su condena —¡y todo gracias a los mismos «feministas» que defendían tolerancia cero!—
Así, otra vez, la izquierda vuelve a mostrar que sus principios son flexibles, moldeables y, sobre todo, comodísimos, igual que los de Marx (Groucho, el bueno). Tampoco olvidemos que este drama bien puede ser la última jugada de Sánchez, siempre listo para engullir a los suyos cuando de poder se trata y, especialmente, en su momento de máxima flaqueza.
4 comentarios
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Mascle apuntant a un altre mascle!
És preocupant veure com es relativitza la violència amb arguments que desvien l’atenció i tracten d’exonerar responsabilitats. Aquest enfocament només contribueix a deslegitimar les respostes necessàries davant l’assetjament i el maltractament, com si fos més fàcil girar el cap i acusar qui en parla que no pas afrontar el problema. Oblidar que la responsabilitat és col·lectiva i, alhora, individual, no només normalitza aquesta violència, sinó que perpetua la seva existència. Quan es tracta de qüestions com aquestes, el mínim hauria de ser un compromís inequívoc i sense excuses per aturar-les.
El maltractament i l’assetjament sexual no tenen color polític; són un problema humà i social que afecta tothom, independentment de les ideologies. Quan un polític aprofita un cas d’assetjament per fer-ne una arma, menysprea no només a la persona afectada sinó a la lluita mateixa contra la violència. La qüestió no és qui ho fa pitjor, sinó com es posa fi a aquest problema de manera seriosa i contundent. Utilitzar el dolor per atacar l’oposició no és política, és oportunisme. I, el que és pitjor, distreu d’allò realment important: posar mesures per eradicar aquest abús.
Al contrario,tenor. Lo que supuestamente ha hecho este impresentable,sin la ley de "Sólo sí es sí ", no sería delito. El famoso consentimiento,recuerda? Lea más y cante menos.