Rafa Ruiz en el último pleno. | Moisés Copa

Y a ha ocurrido en varias ocasiones. El exalcalde de Vila utiliza el pleno del Ayuntamiento para decir que si por él fuera no autorizaría que un partido como Vox, al que califica de fascista, estuviese en las instituciones. Si Rafa Ruiz fuese juez, que afortunadamente no lo es, Vox no existiría, pero como buen demócrata tiene que acatar las reglas, repite en los plenos municipales el portavoz socialista.
En 1992 comencé mi etapa como periodista parlamentario en Ultima Hora y nunca como en estos últimos diez años he escuchado tantas veces la palabra fascista. He visto debates intensos y a veces rozando la violencia verbal, pero los políticos evitaban utilizar la palabra facha en sus discursos. El nivel era mucho mayor que ahora, a pesar de que no habían pasado ni 20 años del fin de la dictadura.
Es bastante sabido que la actualidad y para algunos todo aquel que critica la gestión de la izquierda es un fascista. El que considera que un juez puede investigar a la esposa del presidente del Gobierno como a cualquier otro ciudadano español es un fascista. El que dice que la ley de ‘sólo sí es sí’ es una chapuza también es un fascista. Los ejemplos de cómo se utiliza tan alegremente el término fascista sobre todo con la entrada de los nuevos políticos son numerosos, pero me temo que no existe un gran conocimiento sobre el significado de fascismo. Es oportuno leer algún libro de historia, o repasar lo ya leído, para recordar qué es un fascista o un facha, como prefieran Ruiz y otros de sus compañeros.

Según la Real Academia de la Lengua el «fascismo es un movimiento político y social de carácter totalitario que se desarrolló en Italia en la primera mitad del siglo XX y que se caracterizaba por el corporativismo y la exaltación nacionalista».

El fascismo defendía la patria y la raza, lo que se tradujo en Europa en la opresión y persecución de las minorías. El sistema fascista proponía una organización estatal de la sociedad basada en la integración entre el Estado y el partido. Los historiadores no se atreven a identificar rotundamente el fascismo con la extrema derecha, pero es cierto que sí existe el debate y es realmente interesante.
Siguiendo estrictamente la definición de la Real Academia de Lengua, ¿considera Ruiz que el venezolano Nicolás Maduro, que dirige un gobierno totalitario, y que además manipula elecciones, es fascista? ¿Cómo califica el portavoz socialista la postura de su compañero Zapatero de aplaudir un régimen como el de Maduro, que persigue a los rivales políticos? ¿Eso es fascismo? ¿Y los gobiernos de Corea del Norte y Cuba? ¿Son fascistas o no lo son porque son de izquierdas? Si el fascismo está vinculado al nacionalismo, como dice la Real Academia, ¿meterían a Ara Eivissa, antiguos socios de Ruiz, dentro del fascismo al ser una coalición nacionalista, cuya sede ibicenca estaba presidida por una fotografía de Lenin? ¿Metemos en el mismo saco del fascismo al comunismo, el régimen que más asesinatos ha cometido en la historia de la humanidad?

Realmente el debate desde el punto de vista histórico es apasionante, pero los hechos son los hechos y convendría que todos aquellos que tienen la posibilidad de representar a los ciudadanos en las instituciones sean prudentes y responsables cuando utilizan de forma tan gratuita la palabra fascista, además sin ninguna necesidad y simplemente para ganarse el aplaudo de sus propios compañeros. Es curioso también que aquellos que estarían encantados de cerrar medios de comunicación que no son afines a sus criterios políticos se consideren a ellos mismos tan demócratas frente a los demás. A la hora de dar lecciones de democracia hay que tener el historial político muy limpio y evidentemente no es el caso.

Los plenos del Ayuntamiento de Vila deberían servir para tratar temas propios de la ciudad y no para exhibir un sectarismo rancio que los ciudadanos ya han dejado claro que no aceptan.