De un tiempo a esta parte, cada vez que recojo a mi hijo Aitor siempre me repite lo mismo… ¿papá, había muchos coches? Y aunque siempre lo pregunta con esa sonrisa que nunca se le borra del rostro también hay en sus ojos un gesto de fastidio mientras le miro sudando y agobiado tras haber pasado un buen rato creyendo que yo no llegaría a la hora. Y es que durante el verano llegar en Ibiza a cualquier sitio a la hora es casi imposible debido a los atascos que hay por todos lados.

De hecho, no me puedo creer como hace muchos años, cuando alguien me preguntaba qué tal mi vida en la isla, yo siempre contestaba que me iba muy bien porque aquí había encontrado mi lugar en el mundo y que me costaría mucho volver a una ciudad o comunidad donde los atascos fueran constantes. A un lugar, donde tras salir un viernes a las tres de la tarde puedes acabar llegando a tu casa a eso de las cinco, o en un lugar donde hay que levantarse dos horas antes para entrar puntual por la puerta de tu trabajo tras haber estado pendiente de la información del tráfico en la radio. De momento, esa información aún no la tenemos en Ibiza pero si los atascos que, cada vez en mayor medida y a más horas, provocan enormes retenciones de rotonda en rotonda en la ciudad de Ibiza, en prácticamente todos los accesos a Santa Eulària, Sant Antoni o Vila o, incluso, para salir del pequeño pueblo de Jesús.

Tanto que cuando no tengo más remedio que coger el coche me sorprendo diciéndome a mi mismo constantemente eso de ¿pero aquí también? mientras intento no maldecir más de lo habitual. Porque aunque siempre busco salir con el tiempo necesario siempre hay un atasco que me impide llegar a mi hora. Sin ir más lejos, el jueves a media tarde destiné unos 20 minutos en cubrir apenas 60 números de la calle Cap Martinet del pueblo de Jesús, justo hacia la salida que permite ir a Vila o Santa Eulària, y después mejor no contarles lo que tardé en llegar a la zona deportiva de la Vila des Riu. Tenía que estar a las siete de la tarde y acabé llegando tarde, cansado, sudado, agobiado, con los músculos agarrotados de tanto frenazo y cambio de marcha y, sobre todo, enfadado con el mundo en general y los que nos llenan la isla en verano.

Estoy seguro que ellos no tienen la culpa de lo que sucede en nuestras carreteras pero sin son parte de nuestro problema. En Ibiza estamos por encima de nuestras posibilidades en lo que se refiere a infraestructuras para seguir acogiendo a tanta gente, con señales cada vez más claras y frecuentes de que vamos camino de reventar. Porque si tenemos en cuenta que los rent a car cada vez funcionan mejor, los coches de hoy en día cada vez son más grandes, estamos repletos de furgonetas negras con cristales tintados por todos lados, el sistema de transporte público es bastante mejorable y no hay taxis para todos… pues como diría mi abuelo Leandro, blanco y en botella. Y si a esto le unimos que la mayoría de nuestras carreteras solo tienen un carril y arcenes muy estrechos porque afortunadamente no podemos seguir invadiendo más nuestros campos… pues tenemos el combo perfecto.

Un peligroso combo que, unido al exceso de alcohol y sustancias estupefacientes al volante en días de fiesta, la gran velocidad o el ir mirando los teléfonos móviles más de lo habitual para orientarse, provoca que conducir en Ibiza sea una aventura que acaba generando titulares todos los días en los medios de comunicación con accidentes constantes y heridos de distinta consideración a los que en muchas ocasiones solo la pericia de los sanitarios del O61 o de los centros hospitalarios o la intervención de la diosa fortuna o su angelito de la guarda salva de resultados mucho peores o para toda la vida.

En fin, que una vez más no se cual es la solución a este grave problema. No tengo ni idea y por eso prefiero que lo decidan quienes supuestamente saben de ello y a los que pagamos para que tomen decisiones. Además, aunque soy optimista por herencia de mis padres e intento nunca perder la sonrisa, tampoco creo que la proposición de ley de Control de la afluencia de vehículos en la isla de Ibiza para la sostenibilidad turística sea la solución, porque si una cosa he aprendido en los casi 15 años que llevo viviendo en esta maravillosa isla, es que últimamente siempre vamos mal y tarde por nuestra propia codicia humana. Ojalá me equivoque y dentro de un año tenga que pedir perdón por mi incredulidad pero mientras tanto, desgraciadamente y aunque me fastidie, no tendré más remedio que seguir escuchando a mi hijo cada vez que le voy a buscar eso de… ¿papá, había muchos coches?