Hace dos semanas bailarines mexicanos del musical de Nacho Cano en Madrid fueron detenidos junto al artista por la Policía Nacional. Se acusa al exintegrante de Mecano de ser el presunto responsable de un delito contra los derechos de la población inmigrante y contra los derechos de los trabajadores.

Los bailarines mexicanos han denunciado a la Policía por coacciones y el propio Nacho Cano ha dicho que se trata de una persecución propia de la Stasi, el cuerpo policial creado por la antigua Alemania controlada por los comunistas siguiendo el modelo de los servicios secretos soviéticos.

Nacho Cano, muy querido en Ibiza, donde dirige el Teatro Pereira, se ha refugiado en la isla desde hace unos días para huir del ruido mediático que ha producido su detención.

Es importante resaltar que, además de las denuncias de los supuestos bailarines mexicanos irregulares contra la Policía (con la cantidad de inmigrantes ilegales que hay en España que campan a sus anchas sin ningún tipo actuación policial) un sindicato del cuerpo policial ha denunciado también los excesos cometidos por el comisario que montó la operación, seguramente siguiendo instrucciones de algún superior. O del propio ministro.

A estas alturas no hace falta decir que si Nacho Cano no hubiese mostrado tan efusivamente su apoyo a Isabel Díaz Ayuso antes de las elecciones de la Comunidad de Madrid se hubiera ahorrado el mal trago de ser detenido por la Policía. Basta echar un vistazo a los pseudomedios de la izquierda (o zurdos, como diría Milei) para ver una relación directa entre su amistad con Díaz Ayuso y la actuación policial. Al final se destapan ellos solos, como siempre.

Hablar de abusos policiales, como de excesos judiciales, puede suponer un terreno peligroso, pero hay demasiados hechos que confirman que existen en pleno siglo XXI. Mientras el Estado evita por todos los medios que la esposa de Sánchez pueda ir a declarar como imputada como una ciudadana más, la Policía exhibe todo su poderío en contra de un ciudadano que hubiese podido ir a declarar de forma voluntaria para dar su versión sobre la denuncia de contratación irregular de inmigrantes. Por la puerta, sin ser escondido en el garaje de los juzgados, como ocurrió con Begoña Gómez.

Que se ha utilizado la policía por intereses políticos también ha quedado sobradamente demostrado cuando el PP montó la policía patriótica para investigar a dirigentes del Podemos. Eso también ha ocurrido y es una vergüenza, pero lo de Nacho Cano es demasiado evidente que se trata de una campaña de desprestigio por mostrar sus prioridades políticas y eso, lógicamente, no gusta a los dirigentes socialistas.

Un viejo conocido que tuvo muchas responsabilidades en la Policía Nacional en Palma me llamó hace unos meses para contarme que durante mucho tiempo sufrió presiones para dañar la imagen de determinados rivales políticos. Lo hacían colocándoles de determinada manera las esposas cuando iban a declarar a los juzgados y con el objetivo de quedar más expuestos a las cámaras de televisión o, incluso, se les mantenía todo el tiempo legal posible en los calabozos (72 horas) cuando el delito que se les imputaba no conllevaba ni un día de pena de cárcel. Es decir, sufrían una condena previa que ninguna sentencia hubiese podido confirmar. A partir de todo esto, ¿es políticamente incorrecto decir que jueces, policías y fiscales actúan por intereses políticos? ¿O solo son malos los jueces que investigan a la esposa y al hermano del presidente del Gobierno?

O igual algún día habría que contar las presiones que hubo en Ibiza hace más de un año para que el padre de un político importante actualmente en la oposición acudiese a declarar de madrugada ante la Policía para no salir en ningún medio de comunicación. Y no salió.

Por todo eso lo de Nacho Cano apesta y es un mal síntoma para la democracia española. Repugna bastante, la verdad.