Si algo me sorprendió ayer en el debate de política general del Consell fue la evidencia de que, sin el Govern y sin el Gobierno, el equipo de Vicent Marí parece ser que no es nada. Llevo tiempo pensando en que el Consell se ha convertido en una institución gris, opaca, muy alejada de lo que fue en tiempos de Marí Calbet, Pere Palau o, incluso, de Pilar Costa. En aquellos años, era el centro de la vida política de la isla (también de Formentera) y su acción era evidente. Hoy parece ser que es únicamente una institución supramunicipal encargada de llamar a todas las puertas para pedir dinero y de coordinar obras con los ayuntamientos. No sé si es que no hay vida más allá de las rotondas.
En la oposición la cosa no está mucho mejor. Ahí tenemos a Agustinet, que se ha ido de la secretaría general del PSOE sin hacer autocrítica y que ahora insinúa que lo mismo también se va del Consell. Ojalá porque, la verdad, la jeta que tiene es de cemento armado. Ayer se le ocurrió incluso recriminar al PP por no solucionar el desaguisado de los Don Pepe. Hay que tenerlos cuadrados. Este es como Llorenç Córdoba pero en versión payesa.
El debate, ya les digo, fue triste, gris, poco excitante. Ni las 1.300 nuevas viviendas de Vicent Marí lograron convencerme de que hay alguien al mando. Me sorprendió, eso sí, que el PP aceptara las propuestas de Jaime Díaz de Entresotos (Vox) relativas a la necesidad de dar al castellano el lugar que le toca.
Por cierto, alguien debería decirle al vicepresidente que está muy mal llamar «garrapatas» a los empresarios de fuera, aunque no tengan escrúpulos. Se empieza por ahí y se acaba como Junqueras, estudiando el origen francés de los catalanes para justificar el hecho diferencial. Hay que tener cuidado con las palabras, querido.
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