Imagen de archivo de una persona en patinete eléctrico. | D.E

Prácticamente me muevo con el patinete por todos lados. Vivo en Jesús y voy al centro de Ibiza donde tenemos la emisora de Onda Cero y me resulta tremendamente útil. Desde que me compré el primero, que luego me robaron en Talamanca a primera hora de la mañana mientras hacía un reportaje, y ahora con mi segundo blanco y precioso que conseguí en la tienda de mi gran amigo Mauro, no lo cambio prácticamente por nada porque he descubierto que es el medio de transporte perfecto y más barato para moverse en una ciudad como Ibiza, prácticamente siempre atascada y siempre agobiante. No sudas, te mueves ágil, no consumes gasolina y si llegas a tiempo a cualquier sitio sin tener que desesperarte buscando aparcamiento para luego encima tener que pagar la zona azul.

Prácticamente todo son ventajas pero también es cierto que no todo vale. De un tiempo a esta parte, los patinetes han proliferado por todos lados, como las setas en tiempos de lluvia, y lo que hace un año era algo exótico, ahora se ha convertido en un medio de transporte demasiado habitual. Y supongo que irá a más si la iniciativa del Ayuntamiento de Ibiza de prestar un servicio gratuito de bicicletas y patinetes acaba por fraguar, y por eso creo que es el momento de que nos lo tomemos lo suficientemente en serio para que lo que ahora es una ventaja no se convierta en un verdadero problema. Y créanme, como usuario que soy, estamos ya más cerca de lo segundo que de lo primero.

Tanto que de un tiempo a esta parte he comprobado que son cada vez más las personas que nos están cogiendo manía, haciendo que, como dice el refrán, paguemos justos por pecadores. Y el caso es que no les puedo rebatir nada viendo lo que se ve por las calles de la ciudad de Ibiza. Yo siempre llevo casco, uno de esos que te hacen parecer la Hormiga atómica y con el que me creo que soy más joven de lo que soy, y por supuesto el chaleco amarillo reflectante, y cumplo con las normas de circulación. No voy por las aceras a no ser que sea algo imprescindible, intento aprovechar al máximo los carriles bici que hay en la ciudad de Ibiza y sus alrededores, y me paro en los semáforos cuando están en rojo y paso cuando están en verde. Y por supuesto, no lo he trucado para que corra más con lo que me muevo a mis 25 kilómetros por hora con el valor añadido de mis huesos anchos y mis kilos de más.

Algo que, a priori, no debería ser extraño pero que desgraciadamente prácticamente ningún conductor de patinete cumple a día de hoy.    No hay día que pasa en que no vea como al estar parado en un semáforo me pasan por al lado a toda velocidad, casi arrancándome las pegatinas del casco y sin importarles si hay alguien que cruza por el paso de cebra. O como las aceras se convierten en circuitos de carreras, por lugares estrechos destinados a los peatones o las terrazas de los bares o restaurantes, poniendo en serio peligro a quien está por allí. Y por supuesto, no hay día en el que no vea alucinado como para muchos el chaleco y el casco se han convertido en elementos meramente decorativos y alternativos a su outfit sin que se den cuenta de que les pueden acabar salvando la vida y que además son obligatorios y además te pueden multar…

Y todo ello sin olvidar cosas que me indignan sobre manera como ver como muchos conducen pendientes del teléfono móvil, grabándose incluso algún story para Instagram y que aunque suene exagerado, he comprobado en primera persona que es más habitual de lo que se puedan pensar,    y ver a dos y hasta tres personas subidas en el mismo patinete, riendo, vacilando y pensando que las normas de convivencia no se han hecho para ellos.

Locuras que hacen que cada día aumenten los haters de los patinetes. Que las redes sociales se llenen de mensajes contra nosotros y que hace que cada vez sean más los que intentan adelantarnos desesperados pensando que les vamos a hacer la pirula de turno, poniéndonos a todos en peligro. Es un tema complicado porque cada vez somos más y por eso creo que ha llegado el momento de hacer una autocrítica seria por parte de los que llevamos un patinete sino queremos que un día haya una desgracia seria de verdad, que nos acaben odiando aún más y que lo que ahora es un medio de transporte útil y maravilloso acabe prohibido porque se considere un peligro. Aún estamos a tiempo porque luego, como en muchas otras ocasiones, seguro que llegan los tiempos de las lamentaciones.