El 28 de abril de 2015 el ferri Sorrento de la naviera Acciona Trasmediterránea, que realizaba el trayecto entre Palma y Valencia, estando a 16 millas de sa Dragonera declaró un incendio en uno de sus garajes. El fuego obligó a la evacuación de 157 pasajeros y tripulantes. Según la investigación de la Guardia Civil, las llamas se originaron en un remolque frigorífico por causas accidentales. No hubo víctimas mortales ni daños personales graves, pero tanto el buque como los 135 vehículos que transportaba, quedaron destruidos. Realmente fue milagroso que no hubiera fallecidos ni heridos graves, pues según me contó la entonces primera oficial Carmen María Santórum, una evacuación en lanchas salvavidas en alta mar y de noche, es realmente muy peligrosa y compleja. Me vino a la cabeza este antecedente tan reciente al conocer la peripecia del ferri Tenacia, de la naviera GNV, cuando cubría la misma ruta que el Sorrento, pero a la inversa. Estando a 22 millas al norte de Ibiza declaró incendio a bordo, con origen en la sala de máquinas. Los 350 pasajeros y 61 tripulantes fueron evacuados y trasladados hasta Valencia. Es comprensible el nerviosismo y la zozobra de los afectados; también su lógica preocupación por sus bienes, que se quedaron en el ferri y de los cuales aún no saben lo que podrán recuperar. Hay que ponerse en su piel y empatizar con ellos. Pero yo diría, a la vista de las quejas que han trasladado a los periodistas, que quizás aún no son conscientes del peligro corrido. Un fuego a bordo es algo muy serio y potencialmente catastrófico. Si en esas circunstancias, uno sufre quemaduras en los brazos por el roce del tobogán de evacuación hasta la lancha salvavidas, creo que se pueden dar con un canto en los dientes. A los viajeros del ferri de Baleària que se lamentaban por el tiempo perdido, obligados a permanecer junto al Tenacia, reciban mi radical desprecio.