Montones de basura en Santa Eulària. | Toni Planells

La huelga de trabajadores de la recogida de basura vuelve a dejar imágenes deplorables y que causan un enorme perjuicio a los ciudadanos, tomados como rehenes de un chantaje descarado. A estas alturas, nadie pondrá en duda el derecho constitucional que tienen los trabajadores a hacer huelga para la defensa de sus intereses. Pero a lo que no hay derecho es a la huelga para causar todo el daño posible a la ciudadanía. Y aún menos, a pasarse por el arco del triunfo los servicios mínimos. Una situación que tampoco es fácil de entender, pues hay sectores en los que se establecen servicios mínimos claramente abusivos, como en el caso de los controladores aéreos en Canarias; y casos como el presente, donde son brutalmente insuficientes, que, además, los huelguistas incumplen con total impunidad. Unos pocos sindicalistas, recurriendo a la amenaza y la coacción, impiden que los que quieren trabajar, lo puedan hacer con normalidad. Y tampoco consienten en que los servicios mínimos establecidos, salgan a recoger la basura como es su obligación. Sólo así se explica el comportamiento del chofer del camión, grabado por una mujer en Cala de Bou, donde el tipo hace el paripé junto a los contenedores repletos y rebosantes de residuos, para finalmente largarse de allí sin haber vaciado ni uno solo de ellos. ¿Es esto admisible? Esto no es propio de huelguistas, sino de sinvergüenzas que se han creído que pueden hacer lo que les da la gana. Y lo peor es que, efectivamente, es así. Porque una vez acordado el fin del paro, también se pactará que no se descontará ni un euro por los días en que estos chantajistas mafiosos han hecho huelga. La extorsión les saldrá gratis, como suele suceder. Con sueldos y condiciones laborales que muchos no pueden ni soñar, no estamos ante una huelga de basureros, sino frente a una basura de huelguistas.