Hace apenas unos días, la coordinadora de Médicos sin fronteras en Gaza, Martina Marchiò, publicaba una columna de opinión en El País tremendamente impactante. En ella, entre otras cosas, nos recordaba cuanto de peligroso es el olvido. «Dejo Gaza con el corazón encogido, con el temor de que la despedida de mis colegas sea un adiós definitivo y no un hasta luego, con la amargura en la boca por todo este desagradable dolor pegado a la piel (…) Volveré a casa, yo que aún tengo una, pero nunca olvidaré Gaza y nunca dejaré de contarlo. Contarlo a veces salva vidas y ayuda a no olvidar. Es hora de contarlo, de alzar la voz y de gritar por un alto el fuego, ¡ahora más que nunca!».
No cambio ni una coma. Ni un punto. Ni una letra. Nunca en un párrafo se ha podido decir tanto ni llegar de forma tan directa al meollo de la cuestión. Porque como nos decía un profesor mío de la carrera de periodismo con toda la razón del mundo que todo existe hasta que la CNN deja de hablar de ello. Estamos hartos de ver catástrofes naturales o conflictos bélicos que saltan a las noticias unos días o unos meses, en el mejor de los casos, y luego, cuando los medios consideramos que ya no interesan para nuestra audiencia, se dejan de lado y se guardan en un cajón. Como si nunca hubieran existido y sin acordarnos de que allí viven personas iguales que nosotros y que merecen todo nuestro respeto. Porque no hay nada más duro que ver como tus familias o tus amigos son masacrados ante la indiferencia de un mundo que te considera de segunda o tercera división.
Afortunadamente la franja de Gaza sigue siendo noticia. Algo positivo para que el brutal ataque que está realizando el ejército de Israel que encabeza Benjamín Netanyahu no quede impune. Que lo que está sufriendo la desamparada población Palestina que nada tiene que ver con el grupo terrorista Hamas, con bombardeos que día si y día también nos ponen los pelos de punta y que ya han dejado la impactante cifra de más de 36.000 muertos, no caiga en el olvido, y que de una vez por todas alguien con poder de verdad consiga frenar esta locura. Y que casos como lo que estamos viendo en la ciudad sureña de Rafah, con ataques indiscriminados que el primer ministro calificó de «trágico percance» a un campo de refugiados cercano en el que murieron 45 personas, entre ellas mujeres y niños, sea castigado como merece y no con una simple condena internacional que, seamos sinceros, no sirve para nada ante unos dirigentes israelíes a los que se la trae floja todo esto ya que se consideran el pueblo elegido.
Por eso es muy positivo que España, Noruega e Irlanda reconozcan de forma oficial al Estado Palestino. Se puede debatir que pueda parecer electoralista y que llega con una década de retraso, pero es una manera clara de poner negro sobre blanco. De meter presión y de decir basta ya. De reconocer de una vez por todas que Palestina lleva décadas siendo masacrada sistemáticamente mientras Occidente miraba para otro lado para no enfadar al poderoso aliado israelí, y que los palestinos merecen recuperar parte de lo que les comenzaron a quitar desde que en mayo de 1948 – fecha en la que se conmemora la nakba – cientos de miles palestinos tuvieron que abandonar sus hogares ante el avance de israelíes que expropiaron sus tierras para fundar nuevos asentamientos. Y decirlo no es estar en contra de Israel ni ser antisemita. Porque lejos del mensaje que quiere vender Israel desde aquel fatídico 7 de octubre en el que comenzó todo con el injustificado ataque de Hamas a personas inocentes, lo que está detrás de esta declaración institucional que ojalá salga adelante es una cuestión de justicia histórica con las aspiraciones legítimas del pueblo de Palestina.
Porque analizándolo bien, lejos de fanatismos, lo que se pide no es extraño ni radical. Simplemente que se reconozca un estado que, según explicó Pedro Sánchez, «debe ser viable con Cisjordania (Ribera Occidental del Jordán) y Gaza conectadas por un corredor y con Jerusalén Este como su capital, y unificados bajo el Gobierno legítimo de la Autoridad Nacional Palestina». Y lo más importante, no supone «premiar al terrorismo» , como se empeña en asegurar Netanyahu, ya que el presidente español volvió a confirmar que esta decisión refleja su rechazo «frontal y rotundo a Hamas, que está en contra de la solución de los dos Estados» al tiempo que mantuvo su compromiso «absoluto en la lucha contra el terrorismo».
Solo el tiempo nos dirá si al final esto llega a buen término o simplemente es otro brindis al sol en un mundo en el que los intereses económicos están por delante de cualquier cosa, pero mientras tanto todos tenemos que seguir apostando por seguir el ejemplo de Martina Marchiò recordando sus palabras: «Contarlo a veces salva vidas y ayuda a no olvidar. Es hora de contarlo, de alzar la voz y de gritar por un alto el fuego, ¡ahora más que nunca!».