Que la Autoridad Portuaria (APB) siempre ha sido un ente opaco que parece trabajar en contra de los intereses de los ibicencos es algo que a nadie sorprende ya. Pero lo que está sucediendo en los últimos meses, y lo que puede que suceda a partir de ahora, sí que llama la atención. Y para mal.
Nos han destrozado el puerto y lo han convertido en escenario exclusivo de yates y megayates que a la inmensa mayoría nos recuerdan que somos los paganinis de una fiesta a la que nunca podremos acceder. Han convertido este emblemático lugar en un escenario solo apto para fans del lujo y amantes de las mansiones flotantes. El resto, que somos la inmensa mayoría, ni nos atrevemos ya a pasear por allí.
Lo sucedido con el CNI es un capítulo más de esta lamentable historia. El ente presidido por Javier Sanz, con todos los informes a favor que ustedes quieran (como Llorenç Córdoba con los chiringuitos), se ha quitado de en medio a una centenaria entidad para entregar ese espacio a una empresa que tiene como único, y legítimo, objetivo hacer caja. Si ustedes pueden acceder a los compromisos deportivos y sociales de la empresa en cuestión, las carcajadas se van a escuchar en la Savina, que parece el próximo escenario del escándalo.
Mi vínculo con el CNI no va más allá de la certeza de que gente a la que aprecio lo está pasando mal por lo sucedido. Como periodista, sin embargo, me resultan muy llamativos los gestos de Sanz, denunciados por la directiva del CNI, sin que la APB se haya pronunciado al respecto. Quien calla otorga, dicen. Y aquí lo que se ha dicho es gravísimo. Alguien debería poner todas las cartas sobre la mesa porque es verdad que el puerto no es nuestro pero lo pagamos con nuestros impuestos.
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