Hay situaciones que escenifican claramente un alto grado de ineptitud o, si lo prefieren, de
torpeza en la gestión. Posiblemente se trate de la infraestructura más importante de nuestra isla y lleva varios años acumulando despropósitos y desaguisados. Me estoy refiriendo a nuestro aeropuerto. Dichas instalaciones han vuelto a ser noticia desagradable esta misma semana. El aeropuerto permaneció cerrado durante una hora y media, lo que provocó la cancelación de dos vuelos, el retraso de otros cinco y el desvío de uno más que no pudo aterrizar en nuestra isla y tuvo que hacerlo en Palma. Pudiera parecer una simple anécdota más y a la que no habría que dar más importancia, pero no es así. Un
retraso siempre resulta molesto, ahora bien, cuando se produce en las primeras horas del día, acostumbra a tener nefastas consecuencias para los pasajeros que lo sufren: posibles pérdidas de conexión con otros vuelos, tener que cancelar citas médicas por no poder llegar a la hora programada o llegada tardía al trabajo, entre otras. Además, cuando el vuelo acaba cancelándose, todo empeora.
Son numerosas y diversas las circunstancias que pueden acabar afectando a la normal programación de despegues y aterrizajes de los vuelos previstos para cada día, pero lo cierto
es que algunas son más justificables que otras. Me viene a la mente el mes de junio del pasado año 2023, en el que también hubo que cerrar el aeropuerto durante dos horas debido a la presencia en la pista de una avioneta del servicio de extinción de incendios que había tenido problemas con su tren de aterrizaje cuando tomaba tierra. En ese caso, resulta evidente que se trató de una situación imprevista surgida en ese preciso momento.
Caso muy distinto es lo ocurrido esta semana. En esta ocasión y, al parecer, el cierre del aeropuerto ibicenco se debió a la presencia de restos de neumático en la pista de aterrizaje y despegue. Aena Ibiza dijo inicialmente que se cerraba el aeropuerto por un problema en la pista, para confirmar posteriormente que se había tenido que proceder al cierre debido a tareas de limpieza.
Resulta francamente inexplicable que la detección de los mencionados restos de neumáticos tuviera lugar precisamente a la hora en la que ese día se debían iniciar las operaciones de los aviones. Se supone que un aeropuerto como el de Ibiza, importante por la cantidad de vuelos que operan en el mismo al cabo del año, debería ser una instalación de seguridad en todos los aspectos que puedan acabar afectando a su operativa diaria. ¿Debemos creernos sin más que esa suciedad que impedía la normal utilización de la pista en cuestión, no pudo detectarse antes? ¿Hubo que esperar a la hora de despegue de los vuelos y
con los pasajeros de alguno de los cancelados ya en el avión, para que quien tiene la responsabilidad de velar por el debido mantenimiento de las instalaciones para su correcto y seguro uso,
se diera cuenta de lo que estaba ocurriendo y tuviera que decidir el cierre del aeródromo? En este caso no se trata de algo imprevisible, se trata de una circunstancia perfectamente evitable y que es imputable a una mala gestión. Se trata de un triste incidente más, imputable a la máxima responsable de la gestión del aeropuerto ibicenco, su directora. No se trata del primer caso que demuestra su falta de capacidad
resolutiva. Recordemos el caos provocado por la falta de previsión de la misma responsable, el pasado verano en nuestro aeropuerto. La situación tercermundista que se tuvo que vivir por la incapacidad para articular una correcta fórmula de llegada y salida por carretera a las instalaciones, por encontrarse estas en obras en su parte exterior.
Esa situación ya provocó problemas a un importante número de pasajeros, que perdieron sus vuelos por no poder llegar a tiempo debido al caos circulatorio en los accesos que son responsabilidad de Aena. Los mismos problemas que tuvieron que sufrir muchos de los trabajadores de las diversas empresas que desempeñan su labor en las instalaciones aeroportuarias, quienes también llegaban tarde al inicio de su jornada laboral, o les costaba una hora conseguir salir una vez finalizado su turno.
Da la sensación que a la directora del aeropuerto de Ibiza lo único que le preocupa o despierta su interés es conseguir batir cada año el récord en el número de pasajeros que pasan por la terminal o superar el número de aviones que el año anterior utilizaron esa infraestructura. Parece que cualquier cosa que se aparte de conseguir esos objetivos no va con ella.
El aval de una buena gestión no puede pasar solo por una mera cuestión de cantidades, la calidad en el servicio también debería contar a la hora de valorar la valía de la persona responsable de dirigir nuestro aeropuerto; esa instalación es la primera y la última imagen de nuestra isla que se llevan en su retina y en su mente todos los pasajeros y ello, no debería estar en manos de alguien que solo ha demostrado su incapacidad.
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