Salen nuevos estudios sobre la inteligencia y canibalismo de los neardentales. Nada nuevo bajo el sol de la ciencia. Los antropólogos se la cogen con papel de fumar y tienen mucho cuidado en no ofender la corrección política
En la bizantina Monenvasia conocí a un erudito paleontólogo botánico con cátedra en Cambridge que semejaba la diabólica reencarnación de Nosferatu. Su nombre estaba entonces en todas las revistas científicas del planeta porque acababa de demostrar, gracias a una cueva de Gibraltar, que a los neardentales no los había aniquilado el cambio climático.
Recuerdo que era un hombre afable salvo cuando había que compartir una langosta o echar los tejos a una cándida turista perdida en el Peloponeso. La supervivencia provocaba en el profesor una cólera ancestral y gruñía como sus prehistóricos amigos.
Durante una cena pregunté al erudito que si no había sido el cambio climático, ¿quién demonios mató a los neardentales? El profesor puso los ojos en blanco ante una pregunta tan agresiva, bebió un largo trago de ouzo, y respondió: «Fueron los cromañón, naturalmente. Pero es una respuesta tan políticamente incorrecta que no podemos mantenerla. ¿Se imagina usted que todos proveyéramos de una estirpe de antropófagos? ¡Nunca más servirían roast beef en Windsor!». Pero el canibalismo es una constante a lo largo de la historia del homo más o menos sapiens. Devorar el cerebro y el corazón para adquirir inteligencia y valor de los enemigos. También para aniquilar una especie. ¿Qué decir de nuestro congreso emputecido, donde se juntan los seres más primitivos e irresponsables del Reino? Allí se muestran cada día los instintos más bajos de supervivencia, robo, mentira, miedo y crueldad de unos dirigentes a quién nadie osa obligar a pasar un test psicológico. ¿Realmente nos representan? La calle caliente está mucho más evolucionada.
Sin comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Periódico de Ibiza y Formentera
De momento no hay comentarios.