Cada vez tengo más claro que a estas alturas de mi vida ya no voy a ganar ningún Premio Pulitzer por mi trabajo. De hecho, creo que ya he renunciado a ese tipo de reconocimientos por otros que no tienen tanto bombo, pero que para mí son mucho más importantes porque tienen que ver con vivir más tranquilos, relajados y sobre todo más felices. Porque con el paso del tiempo y con la experiencia que da el ir cumpliendo años me he dado cuenta que no hay mejor premio que el poder disfrutar de los pequeños placeres que tiene la vida y más si se vive en un lugar tan maravilloso como Ibiza en una situación más o menos desahogada.
A pesar de todo eso me sigue entusiasmando mi trabajo. En este aspecto, viendo como están las cosas, me considero un enorme privilegiado porque todas las mañanas me levanto con ganas de ir a trabajar y luego, cuando termino la jornada, el balance suele ser tremendamente positivo. Cada día aprendo algo nuevo, tengo unos grandes compañeros, gente que me ayuda, me apoya y me enseña desde Palma y prácticamente todos los días regreso a casa con una sonrisa en la cara tras haber entrevistado, charlado y conocido gente maravillosa que en la mayoría de las ocasiones me demuestran que si tu sonríes el mundo entero sonríe.
Pero de todas ellas una de esas últimas entrevistas me ha marcado profundamente. Es cierto que por mi trabajo y en todos estos años, tanto en la península como en la isla, he tenido la suerte de poder entrevistar a gente maravillosa pero en esta ocasión creo que nos hemos superado. Y es que hemos tenido el privilegio de poder tener una entrevista en Más de Uno Ibiza y Formentera con el mismísimo Papa Noel, justo en los días previos a comenzar con sus desfiles por los distintos pueblos de Ibiza y antes de la noche mágica en la que demuestra de que es capaz repartiendo regalos a todos los niños del mundo. Un lujazo enorme que seguramente nunca olvidaré por más que hace una semana uno de sus elfos más fieles, el gran Panetone, ya nos pusiera en la radio el listón muy alto.
Fueron apenas quince minutos de charla porque Papa Noel está muy liado pero fue tremendamente amable, se prestó a responder a muchas preguntas, nunca perdió su sentido del humor, y entre otras muchas cosas me dejó dejó claro que la ilusión y la inocencia que se tiene cuando se es un niño o una niña no se tiene que perder jamás. Que siempre hay que creer en la magia para ser mejores, que si somos buenos y nos portamos bien con el que tenemos al lado todo nos irá mucho mejor y que, sobre todo, no tenemos que volvernos locos a la hora de pedir regalos para una noche tan especial porque tenemos que tener en cuenta que hay muchos que no tienen nuestros mismos privilegios y que están más cerca de lo que podamos pensar. Y que, en muchas ocasiones, no hay mejor regalo que un beso, una caricia o una palabra de amor y de ánimo a tiempo antes de que sea demasiado tarde. Lo mismo que un lo siento o un perdona y que con orgullo y falta de humildad no se consigue nada salvo volvernos peores personas, esas a las que luego nadie quiere, ni siquiera en los grupos de difusión de esos de whatsapp que se crean para quedar bien.
Y también, entre secreto y secreto de esos que solo se descubrirán cuando se emita la entrevista y que tienen que ver con sus elfos fieles, la siempre atenta y entrañable Mamá Noel, el querido por todos reno Rudolph o sobre cuantos trajes tiene o como entrena para entrar por las chimeneas de todos nuestros hogares, Papa Noel me dejó claro que siempre tenemos que ser conscientes del privilegio que tenemos por haber nacido donde hemos nacido. Y si no, solo hay que echar un vistazo a nuestro alrededor para comprobar que hay familias que se conformarían con tener un trozo de pan, un plato caliente, una botella de agua potable o una manta como regalo estas navidades. O se conformarían con dejar de oír el ruido de las bombas cayendo muy cerca de sus destruidos hogares, mientras su familiares más cercanos caen fulminados y la comunidad internacional intenta pactar soluciones que les convengan en mullidos despachos. O simplemente, se conformarán con no perder sus viviendas o con no ser ellos los que van a las colas de alimentos o las que tienen que rebuscar en el basurero para ver que pueden cenar en estas fechas tan señaladas.
En fin, que Papa Noel, además de regalarnos esa sonrisa que le ha hecho tan famoso a lo largo de todos estos siglos, me regaló un baño de realidad que ojala yo sepa transmitir a los que más quiero o a los que tengo más cerca. En fin, que aunque no me lo esperaba, el gordo del traje rojo y blanco, me regaló una de las mejores entrevistas de mi vida.
PD: Rumbo, eres un crack.
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