Residentes caminan por las calles de Vila.

No seré yo el que contradiga a los expertos. Sobre todo porque entre las muchas cosas que me enseñó mi padre está el callarme ante lo que no sé. Y yo, cuando se trata de cifras y cantidades la verdad es que siempre ando un poco perdido y soy bastante malo. Así que cuando oigo hablar de los beneficios económicos que dejarán las aperturas de las discotecas de este fin de semana, de esto que han llamado Mundial Multideporte o de lo que tenemos por delante durante esta temporada estival que supuestamente para bien de todos nosotros se ha adelantado con respecto a otros años, prefiero callar y mover la cabeza como si realmente entendiera de que va el tema. Porque luego, a la hora de la verdad, realmente dudo mucho que esto repercuta directamente en el bienestar de la mayoría de los residentes que vivimos en esta maravillosa isla todo el año.
Porque si algo tengo claro es que cuando se habla de estas mareantes cifras nadie nos tiene en cuenta. Somos esa parte que se sale de la ecuación, que está fuera de la fotografía tan bonita que se empeñan en vendernos los que manejan el tinglado, y a la que por lo general nadie valora. Con el tiempo, y ya va para 14 años viviendo en Ibiza, me he dado cuenta que aquí la mayoría de las cosas se hacen pensando en el turista que viene apenas una semana y al que nos empeñamos en venderle un mundo idílico para que tenga la tentación de volver la temporada siguiente. Y si no, como se entiende que cada temporada los gobiernos de turno anuncien a bombo y platillo que se aumentan las líneas de autobús como si durante los meses de otoño e invierno no hubiera gente que utiliza el transporte público.
Porque seamos sinceros y digámoslo de una vez por todas alto y claro. Lo importante es el de fuera y muchos de los empresarios que hacen negocio con Ibiza no les importa que corramos el riesgo de colapsar o que la isla sea insufrible cada vez con más antelación. Que ahora los atascos interminables en cualquier carretera, las colas para todo o las playas repletas empiecen a finales de abril no es una buena señal por más que lo quieran camuflar con eso que han dado en llamar desestacionalización y que no es sino el mismo perro con distinto collar. Podrá ser distinto tipo de turismo, más civilizado que el de excesos, pero el problema actual es aún más grave porque se prolonga en el tiempo y porque, sobre todo, Ibiza es lo que es, una isla cuyas fronteras son el mar.
Por eso, viendo cómo está la isla desde hace dos semanas en las que hemos vivido el puente de mayo, días festivos en Alemania o Italia, openings o pruebas deportivas, yo no compro el mensaje de que hay que desestacionalizar y buscar turismo que pueda venir todo el año. Aunque entiendo y respeto que en Ibiza vivimos de lo que vivimos y eso no lo podemos olvidar, lo que tenemos que buscar es una alternativa para que vengan menos turistas, para que esto sea sostenible y para que los que vivimos aquí no tengamos que odiar la isla cada vez más meses al año. Me parece genial que se apueste por el deporte y que la gente quiera venir a divertirse en el lugar que cuenta, según dicen, con el mejor ocio del mundo, pero es necesario que se piense en el ciudadano de a pie, sufriente y viviente, al que todo eso solo le repercute en toneladas de mal humor, mal rollo y mala salud. Porque señores, por mucho que se empeñen en decirnos que todo es maravilloso en Ibiza, no hay lugar en el mundo capaz de soportar los atascos que vivimos aquí cuando llega el verano y la flota de coches de alquiler, los taxis y las furgonetas negras con cristales tintados lo invaden todo. Porque señores, tenemos lo que tenemos, y no podemos hacer más grandes nuestras carreteras, nuestras rotondas y nuestras calles y porque sobre todo tenemos un paraíso que conviene cuidar y respetar si queremos que siga siéndolo. Y si no, sean sinceros, déjense de hipocresía, quítense la careta de una vez por todas y confírmennos que lo que importa es lo que importa. Que poderoso caballero es don dinero y que el resto de cosas son totalmente superficiales a su lado. Y que interesa seguir explotando Ibiza hasta el infinito aunque si seguimos por este camino tal vez dentro de unos años ya no haya nada que explotar.
PD: Si no me creen lo que les digo y piensan que soy un exagerado, solo tienen que poner el oído en cualquier tertulia de amigos en una terraza de bar. De esos de toda la vida, de los que cada vez quedan menos y no han sucumbido a la tentación de subir el precio de la birra como si fuera sangre de unicornio.