Shakira con sus hijos. | Europa Press

En estos últimos días, la curiosidad social, aquella que hace referencia principalmente a obtener información sobre la vida de los demás, se ha disparado con la canción que Shakira dedica, supuestamente, a Piqué. Yo que me considero una persona con poca curiosidad social, me he enterado de las discrepancias (por llamar de algún modo a los trapos sucios) que mantienen estos dos personajes públicos, porque mi hija no para de pedirme que le ponga la canción y porque prácticamente todos los medios de comunicación hacen referencia a este tema de actualidad.

No tengo intención de valorar si Shakira hace bien o mal publicando esta canción o si Piqué hace bien o mal provocando o respondiendo a la madre de sus dos hijos. Tampoco me interesan los antecedentes de infidelidad o las conductas que hayan mantenido durante su relación. Realmente lo que me inquieta más de estos hechos es que son padre y madre de dos hijos en común.

La mayoría de los menores no quieren que sus padres se separen, la base de este posicionamiento se fundamenta en la parte egocéntrica de la infancia. Los hijos quieren tener a sus progenitores a su alrededor. De hecho, no suelen prestar mucha atención a si sus padres se quieren, el interés se centra en la dedicación que tienen hacia ellos. Lo que les cuesta muchísimo en la separación es perder la presencialidad de uno de los padres durante periodos de sus vidas, de aquí, lo positivo de equilibrar los tiempos con cada uno de ellos.

Por otra parte, está demostrado que las peleas entre progenitores generan un efecto muy negativo en el desarrollo psicoevolutivo de los hijos, observar que sus dos referentes parentales están en conflicto puede incluso generar en ellos sentimientos de autoculpabilización. Si esto pasa cuando las discusiones se producen en el ámbito doméstico, en el caso de Piqué y Shakira que ha trascendido a nivel mundial, no puedo imaginar qué efecto está generando sobre sus propios hijos. Siendo el comportamiento de ambos «claramente» lesivo para sus retoños.

Cuando trabajo con familias en proceso de separación, de inicio suelo proponer que no denominen al otro con «expareja», si no que le llamen «padre o madre de mi hijo», de esta sencilla forma cambiamos la posición del foco del adulto al menor. Cuando la pareja se rompe, se deshace el vínculo entre adultos, pero se mantiene el lazo por medio de los hijos. Es decir, cuando hablas mal del otro, te estás refiriendo a una de las dos personas más importante para ellos, por consiguiente tendrá un efecto más negativo sobre el menor que sobre la otra persona, dado que la relación conyugal ya está rota. ¿A quién pensáis que está perjudicando más estos comportamientos entre Shakira y Piqué ?

Quizás si hubiesen puesto la mirada en sus propios hijos y no en ellos mismos, los menores podrían gestionarlo mejor y el resto de los mortales no hubiésemos activado nuestra curiosidad social. Lo del trato del asunto por algunos medios de comunicación también merece la presencia del defensor del menor.

ivancastroconsulta@gmail.com