Imagen de archivo de una playa de Ibiza. | Argui Escandon

Es curioso que en inglés dos verbos tan distintos como ‘ser ' y ‘estar ' compartan término. To be , goza de una gran importancia en el idioma anglosajón y baila, cambiando de significado, solo dependiendo del sentido que queramos darle; se declina, se contrae, actúa como un auxiliar para conjugar otros tiempos o para dar órdenes, sirve para expresar la edad o sensaciones y cuando se usa para hablar del clima se traduce como ‘hacer '. Es bonita y mágica su polisemia porque se puede ser de un lugar y no estar en él y creo que una de las cosas más hermosas que puedes decirle a alguien es «gracias por ser y estar: por existir, por brillar con esa forma de sentir el mundo tan única y por hacerlo a mi lado, iluminando mis días». Yo soy de Aranda de Duero y estoy en Ibiza, ¿o soy ya de Ibiza y mi alma nada entre dos aguas? To be or not to be, he ahí la cuestión.

Viví 19 años en ese maravilloso valle de Burgos donde el frío es menos crudo que en el Norte y el carácter de sus gentes más suave por el buen vino. Una Villa mágica donde su río, que nadie a acompañar baja para oír su eterna estrofa de agua, sigue emocionándome. No tengo sangre ribereña, porque por mis venas fluyen historias de antepasados manchegos, burgaleses, catalanes y vascos, pero siempre he alimentado un latido que no cesa. Yo creo que lo importante no es dónde crecer, sino la calidad de la cepa, porque hasta en los terruños más hostiles se pueden crear grandes caldos.

Este templado diciembre ya supero ese tiempo de experiencias en mi otra casa; en esta, en Ibiza. 19 años y dos meses en una isla donde el mar no tiene final y sus costas azules lo abrazan todo. Llegué sin avisar, sin escogerlo, ni desearlo pero, como ocurre con las verdaderas historias de amor, el flechazo fue instantáneo. Destinada de radio a radio, como ocurre con las serendipias del destino que nos lanzan al lugar preciso, descubrí otra forma de sentir, un rincón en el que mi creatividad y mundo interior no hacían ruido y fluían libres en mil direcciones. Aquí aprendí a hacer música con las palabras, monté mi propia empresa, de forma temeraria y con tan solo 26 años, y hallé el aroma de mi ‘yo' más completo. Aquí he vivido algunos de los instantes más increíbles, surrealistas y épicos de mi historia; cantar con artistas que admiro, ver amanecer al amparo de su agua salada, presentar eventos multitudinarios, publicar tres libros y un cuento o enfrentarme de cara a una enfermedad como el cáncer. El día en el que mi primera parte terminó y conseguí no morir de pena con ella, tuve claro que seguiría escribiendo en mi casa, cada día más esta y cada vez más clara.

Soy de allí y soy de aquí sin remedio, como Machado pero, en vez de sentirme una paria de dos tierras hoy, y tras la resaca emocional del premio a mejor empresa que nos concedía Pimeef el pasado jueves, creo que al contrario que el gran poeta sevillano con corazón soriano, albergo la fortuna de ser de dos tierras, de dos mundos y de dos aguas. Me lo dijeron muchas personas en el Centro Cultural de Jesús, a cuyo escenario tantas veces me he subido para hablar de otros y en el que por una vez me quedé muda. Menos mal que Marta Jiménez, mi socia, compañera de batallas y amiga, fue capaz de articular un buen discurso de agradecimiento para demostrar lo que significa para nosotras que Imam Comunicación, la agencia que decidimos montar al amparo de un vino peleón, fuese reconocida por parte de los empresarios de nuestra isla. Porque sentirse de un lugar que amas es sencillo, pero recibir ese cariño por sus gentes con idéntico afecto es lo complicado.

Desde esta atalaya quiero decir hoy lo que la emoción no me permitió entonces: gracias, Ibiza, por enseñarme cuál es mi mejor versión, por hacerme mejor persona, profesional y soñadora. Gracias a todas las personas que han creído en nosotras para poner voz a sus historias y a cada una de las profesionales de nuestro equipo que nos han hecho crecer al amparo de su talento. Gracias por los abrazos, por los mensajes y por sentir ternura hacia mis nervios, poco acostumbrados a aflorar, y gracias, Ibiza, porque este año he aprendido que aquí para convertir ‘estar ' en ‘ser ' solamente hay que darle ese significado. Nunca me había sentido tan en casa.