Últimamente he atendido a varias familias que describen, sin poner en duda el amor incondicional por sus hijos, una parentalidad frustrante, sacrificada y sin apenas recompensa. Inicialmente se puede detectar, en estos progenitores, que existe un desajuste de expectativas. Es decir, una cosa es lo que uno se imagina como padre y otra es el día a día de un sistema familiar. Por otro lado, no debemos sentirnos culpables por expresar nuestros malestar, no hay nada de malo en ello. ¿Qué padre o madre no ha pasado por momentos frustrantes, sacrificados y sin apenas recompensa con sus vástagos?
La maternidad o la paternidad se conforman como consecuencia de la suma de momentos, situaciones y experiencias. En muchas ocasiones estas vivencias pueden ser muy gratificantes y nos sentimos afortunados por tener unos hijos que «no merecemos». En otras lo que tenemos son ganas de ir a «comprar tabaco» (aunque no fumes) y no volver durante un largo período, dado que determinados hechos nos hacen desesperar.
Malos padres!!!
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