Como reza la canción de Mecano un año más la pasada madrugada del sábado al domingo de nuevo el reloj hizo una mágica pirueta, consiguiendo el tan añorado viaje en el tiempo que la ciencia aún no ha podido lograr, pero que es tán fácil como retrasar el reloj una hora.
Para estas cosas y poco más sirve el parlamento europeo, donde centenares de diputados, funcionarios, cargos de confianza y un largo etc de miembros del personal, suponen un coste abrumador para los estados miembros, para tomar decisiones tan absurdas como seguir dándole continuidad a este cambio de hora trasnochado y que casi nadie quiere.
Y no es una percepción, la Comisión Europea hizo una consulta pública en 2018, para saber la opinión de los ciudadanos europeos sobre este asunto. El resultado fue demoledor, más de 4,6 millones de participantes, y el 84% se mostró claramente contrario a esta medida. Pero los señores diputados erre que erre con esta medida que pretende ahorrar energía al adaptar presuntamente las horas de sol a la jornada laboral de los europeos.
Deberían tener en cuenta los parlamentarios que el panorama laboral ha cambiado radicalmente desde los años 80 hasta hoy, que las grandes factorías están en China y en este lado del globo, el teletrabajo, la conciliación y la capacidad de adaptación de los europeos están por encima de medidas salomónicas.
En apenas un mes en Formentera e Ibiza a las cinco de la tarde será negra noche (otra canción, en este caso de Sabina) y eso en unas islas en las que durante el invierno el aire libre sigue siendo una sana costumbre para el tiempo libre y el turismo, es casi deprimente.
El reloj de mi cocina seguirá marcando la hora anterior a modo de acto de rebeldía absurdo, mientras que el resto de relojes han sido ajustados involuntariamente por la comunidad internacional.
Feliz y oscuro invierno.
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