Qué hacen unas 3.000 personas rodeando un edificio vacío? ¿Qué les ha llevado a reunirse para anillar la sede de un gobierno en protesta por su política turística mientras sus gobernantes están a 750 metros exactos justificándose y otorgando los premios Turisme de Balears de 2022? A ritmo de palabras en sordina, de batucada a toda castaña y de discursos oficiales se celebró esta semana en Palma el Día Mundial del Turismo. Los unos instalados en el elogio, los otros en el descrédito. Lo cierto es que en el verano más caliente de los últimos años, el mismo que ha aupado el impulso que otorga al monocultivo turístico los millones de turistas y las secuelas en el medio ambiente de una isla martilleada por la misma cantinela durante casi un siglo, la mayoría de la sociedad pasó de los unos y los otros. En la convocatoria de los disidentes del actual modelo económico, se echó en falta una mayor respuesta social. Faltaron jóvenes. No faltó brío. Sus padres, sus abuelos, saltaron por ellos, se agarraron las manos para formar no uno, ni dos, sino tres cinturones de noes a un modelo que si no cesa nos llevará al colapso.
Opinión
Un Día del Turismo bicéfalo
03/10/22 3:59
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