Los partidos políticos ibicencos conocen la necesidad de acercarse a sus electores a través de las redes sociales y por ello se prodigan especialmente en facebook y en twitter. Allí comparten su actividad y descalifican al adversario con la esperanza de captar la atención y la simpatía de los usuarios.
Últimamente se está produciendo un fenómeno anómalo tan preocupante como ridículo. En las filas socialistas ibicencas parecen estar convencidos que el pulso de la calle y el sentir de los ciudadanos se esconde en twitter. Sus interacciones se limitan a ser reproducidas por sus propios cargos públicos y a ser comentadas por cuatro fanáticos que braman a los cuatro vientos por una poltrona que les infle el ego y la cuenta bancaria. En realidad, sus publicaciones tan sólo trascienden entre ellos y su impacto en la sociedad ibicenca es nula. Les falta calle y les sobra twitter.
Sus brillantes estrategas esperan sacar rédito de la contienda que han emprendido contra los profesionales del Grupo Prensa Pitiusa. Esperan que este arrebato de sectarismo e infantilismo antidemocrático esconda su nepotismo lacerante y que los ciudadanos no perciban su pésima gestión en Vila. La distopía ha llegado a tal magnitud que han caído en el engaño de pensar que Agustinet será presidente de nada a base de enfrentarse al principal grupo de comunicación de la isla y de repetir que Vicent Marí es algo parecido a Satanás por un contrato de promoción turística en el peor momento de la pandemia. Ese es su único discurso para ganar las elecciones en 2023. Sin proyecto ni perfiles válidos, tan sólo pueden ofrecer a los ciudadanos un populismo simplón y un candidato que afronta sus últimos años en activo, tras pasar por casi toda la escala cromática de cargos retribuidos.
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