Este verano está en boca de todo el mundo el espectacular aumento de precios en Formentera. Si bien esta es una sensación que se repite cada año, este 2022 el hecho es perfectamente constatable en los supermercados, en las cartas de los restaurantes y en el café de la mañana. El aumento de precios es en algunos casos escandaloso.
Una pequeña parte puede atribuirse al encarecimiento generalizado por lo que algunos llaman la crisis de Ucrania, pero el porcentaje es mucho mayor en la isla.
No deberíamos rasgarnos las vestiduras ante esta nueva realidad, teniendo en cuenta que la isla se está vendiendo rápidamente al mejor postor.
El desembarco de los fondos buitre, haciéndose con negocios tradicionales o el escándalo de las nuevas concesiones de los chiringuitos de playa, que dejó fuera a las familias de la isla, en favor de ofertas económicas muy superiores de los que aspiran a las nuevas concesiones, son algunos ejemplos de que el capitalismo ha devorado la «esencia» de Formentera, que por otra parte hace mucho tiempo que se perdió en la memoria.
La isla se ha convertido en el territorio con el precio por metro cuadrado más caro de España, indignarse ahora por el cambio de modelo turístico es cuando menos, hipócrita.
Formentera fue el paraíso de los hippies de forma espontánea, ellos fueron los primeros en descubrir sus encantos naturales, sus paisajes vírgenes y un espacio para la libertad. Las paradojas de la vida han hecho que en pocas décadas aquel espíritu haya dado paso a la máxima expresión del capitalismo con mayúsculas, convirtiendo la isla en en una historia de Instagram solo apta para ricos.
Los que más vamos a perder con todo esto, seremos los residentes, para los que la carestía de vida cada vez está siendo más insostenible
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