Seguro que una mayoría estaremos de acuerdo si afirmo que era necesaria una reacción de los países democráticos ante la invasión de Ucrania por parte del ejercito ruso. También es indudable que no podía servir cualquier reacción, ya que la implicación directa de las fuerzas de la OTAN en el conflicto, habría desencadenado un enfrentamiento directo a nivel mundial y con consecuencias totalmente imprevisibles.
Ante el riesgo de universalizar el enfrentamiento bélico, han optado por un grado de implicación indirecto en la guerra, suministrando armamento y diversos medios de defensa y ataque al ejército ucraniano y, al mismo tiempo aplicando medidas económicas sancionadoras a diversos niveles a Rusia. Esta última decisión en principio podría parecer que solo iba a tener consecuencias para el país sancionado, pero como suele ocurrir, cada acción conlleva una reacción y estaba claro que Rusia no se iba a quedar de brazos cruzados.
La decisión de Rusia de utilizar el gas como elemento fundamental en el conflicto con los países occidentales alineados en su contra, está llevando a la mayor parte de los países europeos a verse inmersos en una enorme crisis energética con resultado incierto en un futuro inmediato. La dependencia del gas ruso que tienen algunos estados de la Unión Europea, nos pone ante un escenario realmente preocupante y ante un grave problema al que hacer frente.
Se ha llegado a un acuerdo en cuanto al uso del gas a nivel de la Unión, estableciendo diversos criterios en cuanto a la capacidad de consumo de este tipo de combustible. Ahora bien, no parece que ocurra lo mismo en cuanto a lo que se vaya hacer para conseguir producir la energía que hasta ahora se estaba obteniendo por el consumo de gas. Son diversas las alternativas que ya se han aprobado y cabe resaltar que ninguna de ellas aporta nada positivo desde el punto de vista climático. Unos optan por recuperar centrales nucleares que se habían cerrado, mientras otros vuelven tristemente al uso del carbón para seguir produciendo la energía necesaria.
Ambas cosas son francamente contraproducentes y suponen un importante retroceso en la lucha contra el cambio climático. A pesar de que en nuestro país sigue habiendo un determinado sector de la política, concretamente la derecha española, que sigue reacia a reconocer las nefastas consecuencias que el citado cambio climático está provocando; es indudable que cada día resulta más evidente la relación existente entre el citado cambio y el reguero de desastres naturales que estamos sufriendo. Un invierno más seco de lo normal, una primavera de lluvias e inundaciones desastrosas y ahora un verano con una ola de calor insufrible detrás de otra, no parece que sean suficientes señales para hacernos ver que debemos reconducir nuestras actividades como seres humanos.
Y es en este punto cuando cabe cuestionarse si recuperar el uso de los combustibles fósiles a la hora de producir energía, es la mejor opción. Por diversas circunstancias, España es posiblemente uno de los países donde las opciones para producir energía renovable están más diversificadas. La cantidad de horas de sol que tenemos al año es importantísima, los alrededor de 8.000 kms de costa que tenemos y con ello la importante extensión marítima que controlamos y gestionamos y los numerosos puntos de nuestra geografía en los que suele hacer un viento muy aprovechable, hacen de nuestro territorio el sitio ideal para invertir, investigar y trabajar en la producción de energías renovables.
El negacionismo del cambio climático que se practica por parte de los ejecutivos de determinados territorios, en nada ayuda a encauzar correctamente la solución a la crisis energética; ya que hace falta un acuerdo de Estado, para que todos sin excepción se pongan a trabajar en dar prioridad absoluta a la producción de energías renovables, haciendo que cuanto antes, poder prescindir del gas, el petróleo y el carbón, acabe siendo una realidad. Vista la problemática en la que estamos inmersos y que estamos sufriendo, ya no vale programar cumbres sobre el clima en las que se puedan aprobar planes para 2050; no se puede esperar tanto, hay que reaccionar cuanto antes y poner toda la carne en el asador a la hora de aparcar cuanto antes los malditos combustibles fósiles.
La actual crisis puede ser una gran oportunidad para volcarse en conseguir un objetivo así, veremos si se sabe aprovechar.
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