El insostenible número de políticos y enchufados asesores se traduce en una diarrea legislativa que complica mucho la vida de los que no maman de la teta pública. El resultado de tanta burrocracia es un gasto obsceno que irá todavía a más con la sangrante subida de impuestos en plena crisis –lo único que no sufre es el bienestar de los políticos– y demasiadas leyes absurdas que desembocan en el totalitarismo de la gilipollez.
Esperpento
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