Que me perdonen a los que les gusta el reguetón y la música electrónica con canciones donde la letra se sustituye por una tonada, más o menos elaborada, que incita a mover el esqueleto. No seré yo quien les quite ningún mérito a quien las compone o a quien las canta porque como bien decía uno que yo me sé… «tiene que haber gente pa tó».
Pero señores y señoras yo me quedo con una letra que pueda entender y me remueva la conciencia. Que me haga pensar, reflexionar y despertar algo que a lo mejor estaba escondido en mí. Una letra, un verso, un estribillo… que me haga sentir. Respeto que haya gente que diga que este rollo de los cantautores está desfasado, que son aburridos, trasnochados y que como dijo una vez el propio Ismael Serrano en Ibiza, te metes un disco suyo en el bolsillo y se te duerme la pierna, pero siento decirles que esto ya no es así.
Ahora el género se ha renovado y son muchos los que componen canciones con las que bailar y con las que han llegado al número 1 de ventas o de las listas de las principales radios de este país. Incluso, han sido capaces de actuar en Ibiza plantando cara a su manera a la todopoderosa música electrónica gracias a festivales como Cantares de colores que se clausura este sábado y que ha sido todo un éxito en Es Canar. No necesitan llenar grandes recintos o discotecas, les basta con interactuar con el público, ser amables, cercanos y contar cuatro chascarrillos.
Porque señores, eso de escuchar a Pedro Pastor cantar a capela junto a Álvaro Navarro la canción Mariposa de noviembre a mí, personalmente, me emociona el alma. Me reconcilia con el mundo y con la gente y me recuerda que, aunque una canción no resuelve problemas, a mí me ayuda a poder aguantar. Que, aunque una canción no rompe alambradas une a gente y anima a cambiar este mundo. Que aunque una canción no resuelve el hambre… alimenta a veces más que el pan.
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