¿Seguirán los miles de británicos prestos a invadir las Pitiusas el tórrido ejemplo de su ministro de Sanidad? El ministro ha sido pillado in fraganti con un beso de tornillo y la mano ávida, agarrando las tiernas posaderas de una asesora. El cachondo adúltero, con flema británica y costumbre ibérica (hoy en día todo se contagia), se niega a dimitir, pero ha pedido disculpas por violar la distancia de seguridad que él mismo impone a sus compatriotas. Si Armengol se fue de copas, Hancock se dedica al amore. Tanto monta.
Dudas sensuales
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