El Evangelio nos habla de la elección de los primeros apóstoles. Jesús es el que elige. Dos discípulos movidos interiormente por la gracia se acercaron a Jesús. Las palabras de Juan Bautista les mueven a buscar la amistad con el Señor. Quieren conocerle, tratarle y gozar de su compañía. Por eso Andrés y su compañero – probablemente el mismo que escribe este Evangelio, Juan-, y le preguntan: ¿Dónde vives Señor?.” Venid y lo veréis”. Vieron donde habitaba y permanecieron en Él aquel día.
La fe de Jesucristo no se reduce a una simple curiosidad. Santo Tomás de Aquino comenta este pasaje diciendo que el Señor habla de un modo elevado, porque lo que Dios es en su gloria no puede saberse sino por experiencia, pues las palabras no alcanzan a explicarlo. A la invitación de Cristo, los Apóstoles la aceptaron inmediatamente. Como premio los apóstoles pudieron gustar la dulzura de Dios, por la asiduidad en la oración.¿ De que hablaron los discípulos con el Señor?. No lo sabemos, lo más probable es que hablaran del Reino de Dios. Nosotros, los cristianos, podemos igualmente, tratar con Jesús en la Santísima Eucaristía, ante el Sagrario podemos adorar y dialogar con el Señor. El que nos espera siempre de noche y de día. Se llega al conocimiento del Señor por las buenas obras realizadas con rectitud de intención.
Creemos para que Dios aumente nuestra fe, amamos para que Dios aumente nuestro amor. Al tratar con frecuencia a una persona la podemos conocer con profundidad, podemos tener de ella el concepto que nos merece. “Por sus obras los conoceréis”. Lo más importante en nuestra vida es permanecer con Jesús, amar a Jesús. No se puede apreciar y amar al Señor, si no lo conocemos. El que encuentra a Jesucristo halla el camino, la Verdad y la Vida. Señor, creemos en Ti, pero aumenta nuestra fe, te amamos pero aumenta nuestro amor.
Alabado sea Jesucristo!
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