No se trata de un tema partidista, de colores políticos, y por eso me llama la atención la tímida reacción ante el nefasto plan de vacunación del Govern balear, que a este ritmo tardará cinco años en vacunar al 75 por ciento de la población pitiusa, como han recordado hace unos días las principales organizaciones empresariales de Ibiza y Formentera.
En Mallorca aún se espera la reacción de las patronales empresariales, pero ellos sabrán. El tema es que, sin ser un tema de partidos, resulta bastante evidente que a este ritmo de vacunas no llegaremos a la temporada turística, ni siquiera a las dos próximas. Si es un problema de que no llegan vacunas, el Govern debería reivindicarlo ante el candidato del PSC para las catalanas y señalar cuál es el problema. Conviene recordar que Sánchez nos garantizó que España sería, junto a Alemania, uno de los países que más dosis de vacunas tendría. Parece que se trata de otra mentira más del presidente del Gobierno, pero mientras se aclara todo este embrollo la consellera Patricia Gómez nos ha dejado claro que la única salida es la vacunación. Estamos de acuerdo, pero lamentablemente ni ella ni su equipo están dando la talla. Me da absolutamente igual si la Comunidad de Madrid está peor que nosotros, como esgrimen algunos dirigentes socialistas locales cuyo empleo aún no está en riesgo. Me interesa que Baleares vacune un ritmo de 10.000 dosis diarias, no 3.000 a la semana, y si no se ven capaces de dirigir el plan de vacunación lo mejor para todos, para nuestra salud, pero sobre todo para nuestra economía, es que los responsables políticos den un paso al lado.
En definitiva, que dimitan lo antes posible. Hoy mismo. Y los palmeros que solo ven los errores cuando gobiernan otros que sepan que no está en juego la continuidad de un gobierno. También se están jugando su propio empleo. Parece hasta absurdo recordarlo.
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