La semana pasada el Govern otorgó el Premio Savina de voluntariado a Formenterers Solidaris en reconocimiento a su labor solidaria en la isla. Pocos me parecen todos los premios que reciba esta pequeña ONG nacida hace 13 años.
Es interesante analizar la evolución de la asociación, para ver también la que ha tenido Formentera en poco más de una década. La historia comenzó cuando María Costa viajó a Barcelona y vivió in situ la labor de Cáritas para atender a miles de personas necesitadas. De vuelta a la isla, convenció a unas amigas para recoger ropa y juguetes usados que enviaban a Barcelona. Está claro que la sociedad de Formentera no tenía esas necesidades de forma mayoritaria. Con la incorporación de nuevos miembros, la ONG empieza a desarrollar proyectos en países en vías de desarrollo y de manera secundaria atendiendo las necesidades de algunas familias de la isla.
Pero a partir de 2011 Formentera empieza a crecer en número de visitantes y cada año supera el récord del año anterior. La isla se pone de moda y crece también el número de servicios y negocios. La llegada masiva de mano de obra de todo tipo se hace inevitable, agravando todavía más el histórico problema de la vivienda y durante unos años casi todo vale en una temporada de cuatro meses y en la que los beneficios se multiplican año tras año. Claro está que esa mano de obra tiene necesidades, en muchas ocasiones se trata de familias con hijos, que deben escolarizarse y que tienen derecho a la sanidad pública y en ese sentido la administración no siempre ha sido tan rápida como la industria.
Este 2020 el palo del coronavirus ha hecho que Formenterers Solidaris haya repartido en lo que va de año 30 toneladas de alimentos entre residentes, cuando el año pasado distribuyó tres.
Da para pensar un rato.
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