Para una persona sana física y mentalmente es difícil entender el deseo de algunos de echarse en brazos de Caronte para cruzar el río Aqueronte y sumergirse en el Tártaro. Pero la cuestión que se debate estos días en torno a la eutanasia no tiene nada que ver con el intento de comprensión que podamos hacer aquellos que felizmente no tenemos la necesidad de plantearnos dicho desenlace, sino con la libertad. Esa libertad no es colectiva, sino individual, y la posibilidad de ejercerla depende de la entidad supraempírica a la que otorguemos el gobierno de la muerte. Mientras en la mitología griega correspondía a Tánatos desposeer de la vida con un suave toque sin violencia, al estilo de su hermano gemelo Hipnos (el sueño), para los cristianos Dios es el único encargado de otorgar la vida o bendecir con la muerte; en todo caso decisiones ajenas a la voluntad del individuo. La (buena) muerte no debe ser otra cosa que un derecho legalmente reconocido que permita sumergirse en el descanso que no encuentran en vida aquellos que lo deseen y precisen.
La potestad de la muerte
15/02/20 4:01
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3 comentarios
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Un matiz: en el aborto hay un sujeto que elige la muerte de otro que no tiene oportunidad de defenderse o ser escuchado.
por eso hay que regularlo, por eso hay que hablar de este tema, con médicos, familiares y sobretodo los afectados (los que puedan hablar, los que esten conscientes...) Todo regulado y pautado
El verdadero problema no está en que alguien elija la eutanasia. El problema está en que la elijan por ese alguien. Y la apliquen.