La sombra de Alfonso Molina, exconcejal dimitido de hacienda de Vila, es más larga de lo que pudiéramos pensar. El ex edil socialista no tuvo suficiente con tener que dimitir después de que Periódico de Ibiza desvelara que el SOIB le reclamó nada menos que 27.000€ por recibir subvenciones para unos cursos de formación a los que había inflado un 400% el precio, sino que ahora hemos sabido que ha fichado para Citelum, la contrata municipal de alumbrado público, según desveló la semana pasada el digital Mallorcadiario. Una sospechosa contratación que pone de manifiesto las malas artes del que fuera (o sigue siendo) alcalde de facto del consistorio, que cuenta con el aval de sus compañeros socialistas. Lejos de condenar estas prácticas absolutamente reprobables desde el punto de vista ético y legal, en el pleno que tuvo lugar el pasado jueves, el alcalde de iure se limitó a callar y dejar que su concejala de urbanismo defendiera el asunto con el pobre argumento de que se trata de una relación entre una empresa privada y una persona que ya no ostenta cargo público. En el Ayuntamiento de Eivissa deben pensar que los ciudadanos nos chupamos el dedo y no vemos lo que a todas luces es una puerta giratoria que desprende un profundo tufo a oportunismo. El concejal que negoció con la empresa una solución extrajudicial, evitando así un conflicto en los tribunales, ahora se pone a sueldo de la misma. Ni el PSOE, ni la empresa, ni sus socios de PODEMOS han desmentido tal información, ofreciéndonos un silencio tan elocuente como bochornoso. Rafa Ruiz hace gala de su evidente falta de liderazgo y avala con su oscurantismo otro escándalo que se suma a la triste y larga lista de episodios avergonzantes de la clase política. N’hi ha un fart…