Opinión | Lucas Ramón Torres
2º domingo T.O. (Jn. 1, 29-34)
En el Evangelio de hoy es la primera vez que se llama a Cristo «Cordero de Dios». Este nombre hace alusión al sacrificio redentor de Cristo. El profeta Isaías había comparado los sufrimientos del Mesías con el sacrificio de un cordero. San Pablo dirá que nuestro Cordero pascual, Cristo, víctima en el sacrificio del calvario en favor de toda la humanidad. La expresión o imagen de «Cordero de Dios» también indica la inocencia y mansedumbre de nuestro Redentor. La sagrada liturgia antes de la comunión dice: Cordero de Dios que quitas el «pecado del mundo», en singular, para manifestar que quita todo género de pecado. San Pedro formula la fe apostólica en el designio divino de salvación, diciendo: «Habéis sido rescatados, no con algo caduco, oro o plata, sino con una sangre preciosa como de cordero sin tacha y sin mansilla». Toda la vida de Cristo expresa su misión: «Servir y dar su vida en rescate por muchos» (Mc. 10,45). El Apocalipsis de San Juan nos revela primeramente que un trono estaba erigido en el cielo y Uno sentado en el trono: el Señor Dios.
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