Juan el Bautista era como la antorcha que ardía y alumbraba. Ardía por su amor, brillaba por su testimonio. Cristo era la luz, Juan bautista vino para dar testimonio de la Luz, para que todos creyeran por él. El Precursor de Jesús se presenta predicando la necesidad de hacer penitencia. Prepara el camino del Señor, y proclama: Viene aquel a quien yo no soy digno de desatar la correa de sus sandalias. Y lo señala como el Cordero de Dios, el que quita los pecados del mundo. Recorrió toda la región del Jordán predicando el Bautismo de penitencia para el perdón de los pecados.
Está escrito en el libro del profeta Isaías haciendo alusión al Bautismo: Voz del que clama en el desierto: preparad el camino del Señor, haced rectas sus sendas. Todo valle será rellenado, y todo monte y colina allanados; los caminos torcidos se harán rectos, y los caminos ásperos serán suavizados. Y todo hombre verá la Salvación de Dios. Ante la venida inminente del Señor, los hombres debemos disponernos interiormente, debemos hacer penitencia de nuestros pecados – no solo decirlo sino practicarlo , rectificar nuestra vida para recibir la gracia divina que trae el Mesías. Todo esto significa ese allanar los montes, rectificar y suavizar los caminos. La Iglesia en su liturgia de Adviento nos anuncia todos los años la venida de Jesucristo, Salvador nuestro, y exhorta a cada cristiano a la purificación de su alma mediante una renovada conversión interior.
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