En España se percibe aún hoy en día un franquismo sociológico innegable. Es lógico, porque por más que algunos quieran negar la historia porque no les gusta cómo sucedieron los hechos, Francisco Franco murió en su cama siendo jefe del Estado. ¿Hubiera eso sucedido si los españoles no hubiesen querido? A mí, que entonces tenía 23 meses y un chupete en la boca, me da que no; pero igual me equivoco y resulta que Franco fue 37 años jefe del Estado con todo el país y la comunidad internacional en su contra. Y entonces eso sí que sería meritorio y no haber ganado la Guerra Civil.
Que perviven en España demasiadas estructuras de aquel régimen preconstitucional es otra evidencia que ni PSOE ni PP se han molestado en modificar, por más que ahora nos vengan los socialistas con la pueril monserga de que se ha hecho Justicia. Mira que han gobernado el país años y mira que tuvieron oportunidad de hacerlo antes y no movieron un dedo. Ni para suprimir la jurisdicción militar, ni el concordato con la Santa Sede, con el arzobispado castrense y sus capellanes castrenses cuyos salarios pagan todos los españoles, aunque no sean católicos. Ni de desmilitarizar la Guardia Civil han sido capaces, por no hablar de que han medio militarizado la Policía Nacional.
Estos días proliferan los combatientes antifranquistas que solo han conocido el maquis por el «Laberinto del fauno» o «La voz dormida». Las películas siempre son mejores que la realidad. O al menos más cómodas. ¡Dónde va usted a parar! Y son estos precisamente los que, siendo aún más jóvenes que yo cuando Franco enterró a Carrero Blanco, van lanzando enmiendas a la totalidad sobre la Transición y el régimen constitucional de 1978. Incluso tildan a Santiago Carrillo de traidor… ¡Sinvergüenzas! No han tenido coraje de formar un gobierno de izquierdas teniéndolo al alcance de la mano, como para haber contribuido siquiera a dejar atrás una dictadura militar sin reeditar otra guerra entre hermanos.
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