Con Paco Umbral tuve la suerte de coincidir un par de veces en Madrid. Recuerdo que en uno de aquellos topamientos le comenté aspectos de sus magníficas, irreverentes y telúricas columnas de prensa y al día siguiente publicó en el periódico que «ayer los jóvenes jalean mi literatura en Chueca», lo que me resultó muy divertido porque ese joven pluralizado era yo. Es una lástima que ya no tengamos y no vayamos a tener nunca escritores con la sabiduría, el desparpajo y la fuerza expresiva de Umbral y de su amigo Cela, a quien el autor de «Mortal y rosa» despachó de forma inmisericorde, tras lustros de hacerle la pelota, en su «cadáver exquisito». El paso de Umbral por Ibiza está por estudiar.
En un artículo de 1976 escribió: «Todos los años, tal por estas fechas, yo me iba a Ibiza y me empelotaba. Era mi liberación, un lavado de cuerpo y alma, unos baños de sol y libertad. Ibiza ha sido durante cuarenta años la playa libre y remota de una dictadura mesetaria y de secarral». Siempre repetía, creo que autobiográficamente, que en Ibiza se cenaba siempre con una princesa, con un director de cine (Polanski) y con una musa del tanga. En Ibiza tenía Umbral a su amigo el escritor Ignacio Aldecoa, autor de «Ibiza y otras islas». Éste frecuentó las Pitiusas desde 1958 hasta 1969, año de su fallecimiento, pero el hilo de los Aldecoa con Umbral se mantuvo porque en la Fundación Umbral hay varias cartas de Josefina Aldecoa, mujer de Ignacio, felicitando al madrileño por sus premios literarios y también en la mencionada fundación se conserva una foto, sin fecha, de Umbral teniendo como fondo un rincón bastante cutre de Ibiza.
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