Es el aroma inconfundible del inicio de la temporada. Los establecimientos dan los últimos retoques, preparándose para una nueva y esperada «aventura» hasta finales de octubre. Los ahora orondos camareros después de un largo invierno de «torrades» nos darán la bienvenida con una amplia y sincera sonrisa. A mediados de agosto esos mismos camareros nos recibirán más enjutos y la sonrisa será menos amplia y más forzada, después de miles de horas de duro trabajo en muchos casos sin un sólo día de descanso.
Volveremos a hablar de: «saturación», no te quepa duda. Colas interminables para acceder a Illetes y horas de espera para tomar mesa. Miles de yates atracados en esa especie de camping marítimo en pleno parque natural y miles de coches y motos circulando en esa especie de gincana en la que se convierten nuestras carreteras. Y créeme, en Formentera volverá a pasar a pesar de las restricciones que se van a aplicar. Y de nuevo el riesgo de incendio. Colillas voladoras desde las ventanillas, o peor, desde el motorino y otras imprudencias que ponen en riesgo nuestros bosques diariamente. Y un año más de agresiones a la Posidònia. Si, de nuevo volveremos a ver cómo a pesar de los medios destinados y los inspectores vigilando, la planta responsable de la calidad de nuestras aguas volverá a ser maltratada por malvadas anclas y residuos incontrolados de todo tipo.
Y de nuevo nos volveremos a quejar de los precios abusivos y recordaremos lo barato que se come y se compra en la península. Y volverá de nuevo a nosotros la nostalgia de aquellas Ibiza y Formentera que ya no existen y que nunca volverán. Y llegará octubre y el invierno. Y vuelta a empezar. ¡Eh! De buen rollo, ¿eh?
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