Señor Ministro, las últimas semanas ha sido testigo de una frenética actividad política y sindical amparadas por un mal endémico que sufrimos pacientemente los Funcionarios de Instituciones Penitenciarias: La discriminación. Sentirse discriminado es algo que el Funcionario de Instituciones Penitenciarias lleva en sus espaldas como la pesada cruz que portaba el Nazareno en su camino al Gólgota. Unas espaldas curtidas por las laceraciones que sufrimos a diario en un trabajo ingrato, plagado de humillaciones, agresiones, sinsabores y problemas del quehacer diario que forman parte inequívoca del orgullo profesional que supone el ser en el mismo dia, auxiliar de enfermería, psicólogo, terapeuta, contable, abogado, policía y otras tantas ocupaciones que el Funcionario de IIPP, experto en resolución de conflictos enfrenta con una camaleónica capacidad de adaptación al medio hostil donde desempeña sus funciones. Al final volvemos a casa con la satisfacción personal de un deber cumplido que nos deja cicatrices en el alma por el desgaste que supone trabajar con personas que han sido apartadas de la sociedad, muchas de ellas con problemas mentales graves, desórdenes psicológicos y algunos con patologías realmente espeluznantes.
No nos quejamos del trabajo, señor Ministro. Nos quejamos de sentirnos discriminados. Usted dirige un ministerio, que es como una gran familia, con varios hijos a su cargo, en este caso el hijo más pequeño de este ministerio lleva viendo desde hace años como le pasan por delante todos los demás miembros de la casa, y es una situación que honestamente debe de cesar. Discriminación, señor ministro es que personas como nosotros que hacemos cumplir mandatos judiciales, registrar a las personas y a las pertenencias, usar medios coercitivos, cumplir con la reeducación y reinserción social de las personas a nuestro cargo, no sean nombrados Agentes de la Autoridad de pleno derecho, mientras por ejemplo, a los señores revisores los nombraron hace unos días sin mayor problema.
Discriminación, señor ministro, es que han subido los salarios de la Policía Nacional y la Guardia Civil, (los hermanos mayores de la familia, que tiene su señoría el honor de liderar) para equiparar sus sueldos con la policía catalana. Los Funcionarios de Prisiones, somos trabajadores de la Administración Central del Estado Español y estamos exactamente en las mismas circunstancias que ellos: somos Funcionarios de Carrera, y tenemos unos compañeros en Cataluña (Funcionarios Autonómicos) que, por desempeñar las mismas funciones que nosotros, cobran de 500 a 700 euros más. Por lo tanto, si para nosotros no hay presupuesto, y para la Policía y Guardia Civil sí, ustedes, la Administración del Estado que debe salvaguardar los derechos de todos nosotros, nos está discriminando laboral y salarialmente no sólo con Cataluña, sino también con trabajadores de la propia Administración Central del Estado y de nuestro propio Ministerio del Interior.
El señor Secretario General de Instituciones Penitenciarias, (señor Ortiz), dijo: «Si no hay presupuesto, no habrá subida salarial» Entonces, ¿por qué asistimos perplejos al hecho innegable que al Cuerpo Nacional de Policía y a la Benemérita les están equiparando ya? Y no estamos diciendo que no lo merezcan, lo merecen y mucho, pero nosotros también, tanto o más. Entiendo que para ellos sí hay presupuesto, señor Ministro, y eso es discriminación, y usted que es Señoría y ha batallado en esos juzgados de Dios guerras complejas, sabe muchísimo más que yo acerca de jurisprudencia sobre discriminación laboral.
Señor Ministro duele mucho sentirse discriminado. Hasta en la provincia donde desempeño mis funciones me siento discriminado. Vivo en Ibiza, donde el precio del alquiler y el coste de la vida es increíblemente alto y si comparamos la diferencia de complemento de Insularidad con las islas menores de Canarias: ¡Casi 6 veces mayor que el nuestro! Baleares tiene un coste muy elevado de vida y no se soluciona el problema de la equiparación con Canarias por residencia. Un problema gravísimo que afecta a las prestaciones de Servicio de todos los Funcionarios que viven y trabajan en Baleares y todavía mayor en Ibiza. Por otro lado, el desempeño diario de nuestras funciones lleva implícitamente aparejada esa Discriminación. Nuestros materiales, dotaciones y uniformes. Le invito a que por ejemplo, observe usted los guantes que usamos por orden de la Secretaría de Estado para efectuar los registros a personas que en muchas ocasiones portan objetos punzantes que ponen en peligro nuestra salud. Guantes de jardinero, señor Ministro. Ahora sólo compare con los que portan los compañeros de Policía Nacional y Guardia Civil. Al igual que las calidades de nuestros respectivos uniformes. Si hablamos de carrera administrativa, nuestra escasa promoción profesional, la nula formación que se nos imparte. La escasez de una verdadera Escuela de Estudios Penitenciarios, como la Escuela de Formación de la Policía de Ávila o de la Academia de la Guardia Civil de Valdemoro o de Oficiales de Aranjuez. Eso, Señoría, es discriminación.
Al principio, cuando usted tomó posesión de su cartera ministerial y le observé hablando en el Congreso no daba crédito a mis oídos. En verdad le digo que le miraba como a un héroe señor Ministro. Y como yo, muchos otros compañeros que vieron algo diferente en su señoría. Sentimos que había llegado alguien que nos consideraba y defendía, acostumbrados por la anterior Administración a sentirnos sumidos en la oscuridad y en el olvido. Sentimos que al fin teníamos un apoyo, un valedor, un padre justo y ecuánime que al fin iba a cuidar por igual a toda la familia. Tras los últimos acontecimientos siento decirle que me veo como el hijo pequeño que observa con una mezcla de frustración y envidia a sus hermanos mayores, que los vemos con ropa de estreno mientras nosotros salimos a la calle en paños menores. Desde aquí le imploro que vuelva a ser ese héroe que nunca tuvimos, que luche por nosotros, que sea justo con todos, que no sólo existen Funcionarios en Cataluña, que no sólo existe el Cuerpo Nacional de Policía y la Guardia Civil, que nosotros estamos aquí y somos una pieza esencial del engranaje legal del Estado, y que se preocupe de un colectivo que por la especial dificultad de un trabajo duro y complejo, en ocasiones volvemos a casa con una mueca forzada como sonrisa para no preocupar a nuestros seres queridos y algunas veces para nuestra desgracia, frustración y ansiedad como recompensas y cicatrices como condecoraciones.
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