Por eso mucho antes que integrarnos en la Unión Europea, había quienes reclamaban una nueva unión real y efectiva de Iberoamérica y España, sin fronteras, atendiendo a tanto que tenemos en común, pues sin duda, aunque haya un océano de por medio, estamos más cerca entre nosotros que de un noruego o un esloveno.
Pero, ¿qué pasa con el mundo árabe? Ya Ortega y Gasset se preguntaba con cierta coña fresca y marinera: ¿Cómo pueden llamar Reconquista a algo que dura setecientos años? La influencia árabe fue impresionante, pero actualmente nos separa un mundo a la hora de ejercer el arte de vivir en las dos riberas mediterráneas según domine la Cruz o la Media Luna, el vino o el té a la menta. Haría falta un nuevo mestizaje en esta era moderna.
Aumenta la llegada de pateras a Baleares. Los inmigrantes desembarcan y se mezclan fácilmente entre la multitud bañista, camuflados con el uniforme de la modernidad turística: traje de baño y camiseta sin mangas, con lo cual resulta imposible distinguir a los visitantes legales de los ilegales, pues todos pertenecen al género humano; y me gusta imaginar que algún superviviente incluso pide una piña colada a un vendedor ambulante.
La globalización es un hecho que no podrán parar muros racistas ni fronteras económicas. Y la llave será el mestizaje.
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