Apoyándose en fuerzas políticas soberanistas o independentistas, dependiendo de su voto para sacar adelante cada ley y cada presupuesto. Fuerzas que no ahorrarán críticas contra él, como no las ahorran en Balears a la mínima oportunidad. Pero todo eso son minucias, porque como dijo Enrique IV de Francia, «París bien vale una misa».
O dos o tres o las que hagan falta. En política todo se subordina al ejercicio del poder y quien no lo vea así, acaba pagando un precio. Ahí está José Ramón Bauzá, que no se hartaba de decir que gobernaba para las próximas generaciones y no para las próximas elecciones, el pobre. Y ahí tienen a Podemos, que no quisieron entrar en el Gobierno al comienzo de la legislatura, para acabar mendigando un puesto a un año de las elecciones y se toparon con Armengol que les dijo nanay, una de las pocas veces que lo ha hecho.
Los socialistas están que no se lo creen, porque de estar al borde de la escisión han pasado a tomar por asalto la Moncloa. No está nada mal. ¿A costa de qué? Eso ya se verá. Hoy lo tangible es que Pedro Sánchez es el presidente de Gobierno y formará un gabinete de socialistas.
Y previsiblemente con algunos ministros de otras formaciones, porque con 84 diputados de 350 que hay en el Congreso, un Gobierno no va a ninguna parte. De elecciones ni oír hablar, como ha quedado claro estos días, porque la recuperación de la decencia y de la dignidad no pasa por las urnas, sino por el PSOE.
Quedó claro en la Asamblea de Madrid, donde también se pretendía cambiar el color político del gobierno sin preguntarle a los ciudadanos, no vaya a ser que digan que prefieren al PP antes que a cualquier otro, con todas sus Gürtels, que cada cual tiene la suya y ahí tenemos a Chaves y Griñán en el banquillo de los acusados.
2 Por suerte para el PP, son los socialistas quienes les hacen el trabajo sucio de obligarles a regenerarse, echar a la vieja guardia y buscar nuevos líderes que rompan con el pasado. Una refundación no les iría mal. Tanto encomendarse a la Justicia, tenía que llegar el día que hubiera una sentencia. Increíblemente, pilló desprevenido a Rajoy, que creyó que podía seguir como si nada. Craso error.
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