Nunca he navegado en un barco abstemio. Incluso en mis travesías índicas por aguas de la Media Luna, los experimentados marineros, de ascendencia omaní, permitían mi bien provisto bar a bordo del dhow de vela latina mientras ellos mascaban el khat, una hierba estimulante que les mantenía los ojos abiertos en las navegadas nocturnas, cuando cantaban las canciones de Simbad. Son diferencias culturales que se aceptan con la mestiza tolerancia del mar. Ya escribió Joseph Conrad que los marinos pertenecen a una única familia: Todos son descendientes de aquel antepasado aventurero y peludo que, a horcajadas sobre un leño informe y valiéndose de una rama encorvada como zagual, realizara la primera excursión costera por alguna bahía protegida en la que resonarían los gritos de admiración de su tribu…
OPINIÓN | Jorge Montojo
El grial del marino
Ibiza31/03/18 21:12
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