Entre Puigdemont y Puigdemont la vida sigue. Y es que la crisis catalana está desviando el foco de atención de problemas acuciantes. Por ejemplo el futuro de la educación en España, que pasa no solo porque los políticos dejen de hacer política partidista respecto a la educación primaria y secundaria, la de nuestros niños y adolescentes, sino por el futuro de la Universidad española.
Hace unos días se celebraba la Conferencia de Rectores y de esta reunión salió la voz de alarma. Los rectores quieren que el Parlamento aborde el debate y aprobación de una nueva Ley de Universidades. Solicitan mejor financiación, pública y privada, para la investigación, para becas, para poder rebajar las tasas universitarias, amén de más autonomía para contratar profesionales.
Y precisamente en el capítulo de la contratación de profesores han dado cifras que deberían de avergonzar a todos los ministros de Educación que en este país han sido. Y es que existe una categoría, la de «profesores asociados» cuyo sueldo, aunque cueste creerlo, no es siquiera de mileurista, sino que cobran quinientos, seiscientos euros al mes.
Son muchos los profesores universitarios que apenas pueden sobrevivir con lo que les paga la Universidad. Profesores que viven en el umbral de la pobreza.
Así que me pregunto qué han hecho al respecto los políticos que han pasado por el Ministerio de Educación, ya sean los del PSOE o los del PP y en que están pensando sus señorías en el Parlamento. La respuesta ya la saben: o poco o nada. También me pregunto por qué los rectores no han hecho más al respecto. Porque la realidad es que pagar quinientos euros a un profesor universitario es una vergüenza.
Un país que no invierte en investigación, que no invierte en educación, es un país sin futuro.
Las Universidades deben de ser la punta de lanza de la construcción de un futuro mejor para todos. Deben de dejar de ser entidades endogámicas donde unos cuantos hacen y deshacen, deben de convertirse en espacios abiertos donde se puedan contratar a los mejores para que puedan compartir cuanto saben con las nuevas generaciones. Y no hay que inventar nada. Solo hay que fijarse en las mejores Universidades norteamericanas donde es común que se contrate a expertos en distintas materias como «profesores invitados» y estos den clases, un curso, dos, los que tengan a bien. Y naturalmente reciben un sueldo justo por lo que hacen.
La Universidad debe de abrir la puerta a los mejores, a todos aquellos que puedan contribuir a la enseñanza. Imagínense cualquier Facultad de Periodismo que contara durante un curso, o dos o tres, con algunos de los mejores periodistas que pudieran enseñar todo lo que han aprendido en sus largas trayectorias profesionales. O un astronauta que pudiera compartir sus experiencias en una Facultad de Física. O un empresario de éxito que pudiera ser contratado para dar un curso de Economía…
La Universidad española tiene un grave defecto que es la endogamia. Y esa endogamia es en parte culpable de que contraten profesores de «fuera» por la módica cantidad de quinientos o seiscientos euros y a nadie se le caiga la cara de vergüenza. Pues eso, entre Puigdemont y Puigdemont esperemos que sus señorías tengan tiempo de abordar problemas reales.
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