El alcalde se mostró durante la entrevista dispuesto a llegar a cuantas instancias judiciales o políticas hiciera falta para reparar el expolio y apelaba a la ley como el arma más potente que tienen los demócratas. No había en sus palabras visceralidad si no sentido común y en nombre de los vecinos de su pueblo insistía en que los responsables políticos catalanes debían cumplir sí o sí lo que ya habían dictaminado los jueces. En abril de 2015 hubo una primera sentencia de un Juzgado de Primera Instancia de Huesca que daba la razón al Ayuntamiento oscense en el litigio contra la Generalitat que había comenzado a finales de los años 90. Aquel fallo dejaba claro que los acuerdos de compraventa de las obras en 1983 entre las monjas que las custodiaban y la Administración catalana eran nulos de pleno derecho, y obligaba a la Generalitat a su devolución.
Desde entonces, se han sucedido los recursos, y distintas sentencias han insistido en lo mismo pero la Generalitat se ha negado reiteradamente a cumplir la ley. Estos son los hechos y resulta casi patético que ahora los independentistas hablen de «expolio del estado español» incluso de «botín de guerra» tras la aplicación del 155.No entro en si ahora era o no el mejor momento político oportuno para abrir un nuevo incendio, que los de siempre utilizan para fomentar el victimismo y sacar la víscera a relucir, pero aquí no se libraba ninguna batalla entre Aragón y Cataluña o entre Cataluña y España porque este asunto no tiene en absoluto que ver con la manoseadaindependencia. La devolución del tesoro de Sijena no es una represalia por el 1-0 por mucho que Puigdemont desde su plasma quiera manipular a los suyos con esa idea, o la CUP y ERC monten otro numerito antisistema a las puertas del museo de Lleida para intentar impedir el traslado de las obras, por cierto con una pírrica asistencia deincondicionales. Eso sí, los pocos asistentes que acudieron a la convocatoria del «adiós» a lo expoliado a Sijena hace años eran faltones y gritones. Ya nos hemos acostumbrado a las descalificaciones: tachan de fascistas y franquistas a todos los que piensan diferente a ellos, no dejan a los periodistas, especialmente a los de televisión, hacer su trabajo al grito de «prensa española manipuladora» y si se tercia hasta un profesor de universidad llama «ser repugnante» a Iceta con metáforas aludiendo a su opción sexual. Todo vale para esta gente porque ¡claro! si sus políticos se han pasado al lado oscuro de ilegalidad ¿por qué no van a hacer ellos los mismo?. Han sembrado vientos y ahora todos pagamos las tempestades. Pero, vamos lo importante, es que las obras han vuelto a su lugaraunque, según dicen, su conservación ha dejado mucho que desear ¿Eso no les importa a los indepes?.
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A por ellos! (Irònic)